domingo, 25 de noviembre de 2012

 La soledad
 
Belkis Cuza Malé
 
        A decir verdad, desde que nací hasta que salí en abril de 1979 de Cuba, mi patria de origen, nunca oí a nadie quejarse de sentirse solo.  Pensarán que estoy diciendo una tontería, pero quiero que me crean, no tengo por qué mentirles: la soledad se me hizo patente cuando viviendo ya en este país le oi decir a un amigo que se sentía muy solo.
        En realidad lo estaba. Pasaba de los sesenta, vivía solo en un pequeño apartamento en el ático de una antigua casa de madera en la ciudad de Elizabeth, New Jersey, y su hija, aunque residía también en la ciudad, no estaba con él. Nuestro amigo era un lector empedernido, y también un fumador de esos que se rodean de una nube de humo el santo día.  Los sábados, Alberto, que así se llamaba él, tomaba  temprano el tren para venir a visitarnos. Ese trayecto de una hora, que lo llevaba hasta Princeton, donde residíamos entonces, y que mi esposo lo esperara en la estación, eran para él su única alegría.  Estaba en casa hasta el domingo, y durante todo ese tiempo no cesaba yo de leerle en voz alta mis artículos o cualquier capítulo de esos libros que entonces estaban en proceso de escritura y que él degustaba con verdadero placer.  Eso, entre descansos concedidos para yo preparar la comida, y que él aprovechaba para tomarse sus copas de vino, y fumarse sus incansables cigarrillos (gracias a Dios, en el jardín o en el patio).
        Fue a él a quien primero oí hablar de la soledad que padecía:  "Tú no sabes lo que es levantarse solo, comer solo, e irse a dormir solo", decía mientras ponía cara triste.
        Hasta entonces, pensaba que Alberto se sentía realizado, y el hombre más feliz de la tierra, porque aunque viudo hacía años, necesitaba de esa soledad para leer todo lo que leía, para fumarse sus cigarrillos y beberse sus vasos de vino. ¿Cómo y por qué sentirse solo si tenía relativamente cerca a su hija y a su nieto, si nos tenía a nosotros, sus amigos de toda una vida, con los que podía compartir alegrías y penas?
        Sin duda, bebía para alejar esa soledad de su espíritu, para divagar y levantar el ánimo y quizás sentirse un poco feliz con la sangre alborotada por el alcohol. Lo terrible era saber que no podíamos hacer nada para remediar su soledad, porque la pena iba por dentro, ese espíritu de soledad que lo acompañaba lo mortificaría siempre, a menos que él encontrase la razón de vivir en Dios.
        Pero nuestro amigo era una de esas personas que dudan de todo lo que no pueden ver con sus ojos físicos.  Para él Dios castigaba, si existia, y por eso su esposa había muerto relativamente joven, decía, y lo estaba castigando a él porque había tenido que dejar su isla preciosa para vivir encaramado en un ático, en una ciudad industrial, fría y monótona, con gentes que hablaban una lengua que él apenas si entendía.
        Un día se volvió a casar, para asegurarse de que tendría compañía en la vejez, pero no tardó mucho en divorciarse por incompatibilidad de caracteres.  Y luego, al cabo de un año contrajo de nuevo matrimonio, esta vez con una señora colombiana con la que parecía sentirse a gusto.  Hasta su muerte, ocurrida en enero de 1995 a consecuencias de un ataque al corazón, no dejó nunca de sentirse solo.  Y es óbvia la razón: nunca buscó ni encontró a Dios.
        Sé que algunos de los que me leen van a contradecirme, van a responder que creen en Dios, asisten los domingos a la iglesia, pero continúan sintiéndose solos.  Hombres y mujeres. Y no lo dudo, sencillamente creen en un dios habitando muy lejos, en el cielo, sólo eso, muy apartado de todos nosotros. Un dios que castiga y no hace caso de nuestras súplicas. !Qué equivocados!
        Ese dios no es el mismo que está dentro de cada uno de nosotros, ése es un dios inerte, de fotografía. Dios, bien dice el Evangelio de San Juan 1:4: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres".
        Sí, en Dios está la vida, es decir, todo: nuestra misión y nuestra sabiduría para encontrar la razón de nuestra existencia.  Caemos en el vacío existencial cuando opacamos a Dios, cuando olvidamos que éste envió a su hijo, que se hizo carne en Jesús, para redimirnos del pecado y de la muerte.  Y que nacimos con él de nuevo cuando él resucitó. Jesús es nuestro Salvador y no habrá aspereza de este mundo, ni dolor, ni pena, ni soledad que no se pueda vencer con él.
        La soledad de nuestro amigo Alberto hubiera tenido fin sólo con buscar a Dios, con encontrar a Jesús y hacer suyos los versos que nos recuerdan que con Cristo todo lo podemos, pues nos fortalece. 
       Estamos ya acercándonos a la Navidad, y para algunos es tiempo no de regocijo, sino de tristeza y de soledad.  Si Cristo no está presente en sus vidas, poco podrán hacer el dinero, las fiestas, la familia, el intercambio de regalos, las luces de los arbolitos y el tintineo de campanas.  Así sean ricos o pobres, les faltará lo esencial: la fe en Dios, el reconocer que con su fuerza poderosa y sus bendiciones, no hay soledad posible.
        Si ese es su caso, amigo lector, dejé que Dios, como dice el Profeta Isaías anunciando la llegada del Mesías, ponga su Espíritu sobre usted. Abandone ese espíritu de egoismo que lo hace sentirse solo. No viva para regodearse en su tristeza, pregúntese quién lo necesita, quién necesita que usted le dé una mano. Haga que Jesús esté más vivo que nunca dentro de usted. Recuerde que Dios es amor. Reparta amor.
        Muchas bendiciones, en el nombre de Jesús.
 
Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al  (786) 975-5709  y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.
Les invito a que me visiten en mi blog: http://www.belkiscentrodeesperanza.blogspot.com
Un tesoro: el hogar
 
Belkis Cuza Malé
 
        Una de las cosas que más ayuda a crear un hogar --ese espacio con sentido de permanencia--, es la idea de que el tiempo no existe, de que no pasará, de que la vida seguirá su curso de modo natural, y una vez formada la familia, ésta crecerá y crecerá como un árbol, ramas aquí y allá.             
        Acabo de leer algo que me hace pensar. Dice el pastor Guillermo Maldonado que "La meta del diablo es empujarte a pensar dentro de los términos de tiempo". Y que nuestras tribulaciones no tendrán fin. Si aplicamos esto a la idea del hogar con la visión pesimista de que todo acaba, de lo éfimero de la vida, gobernada por el paso del tiempo; de que aquel sitio se desmoronará como una montaña de arena, nadie se atrevería a formar una familia.
         El tiempo es una dimensión lineal, pero Dios nos ha dado el regalo de las otras dimensiones espirituales, aquellas donde no existen ni el tiempo ni la muerte. Los que han resucitado en Cristo saben de qué estoy hablando, los que nacieron a la nueva vida cuando él regresó y mostró sus llagas al entonces incrédulo Tomás, lo pueden afirmar sin miedo a equivocarse: la eternidad existe.
          Un hogar es un refugio donde nos encontramos a salvo de todo si allí mora también Dios, si su esencia y su presencia nos acompañan.  Es esa energía divina que se siente desde que ponemos los pies en el sitio, y donde nos sabemos envueltos en la fragancia de lo espiritual. Hay casas y hay hogares. 
            Las casas ocupadas por aquéllos que no conocen a Dios, están a mansalva de las inclemencias, de los fenómenos naturales, de todo tipo de problemas. Sus habitantes se sienten ansiosos dentro de aquellas paredes, no encuentran placer en permanecer largo rato a solas con ellos mismos, se aburren, les acosa la nostalgia, la tristeza. No se han dado cuenta aún de que aquello no es un hogar, aunque los moradores tengan vida independiente, no se reunan para celebrar las fechas tradicionales, no se sienten a la mesa familiar, ni tengan interés en la decoración del sitio, pues incluso comen y beben en platos y vasos de cartón, para no tener que pasar tiempo en las labores de limpíeza, esas mismas labores domésticas que deberían ser compartidas por todos los miembros de la familia.
         Los hogares, en cambio, son un tesoro de incalculable valor, donde reina Dios y donde los padres hacen un nido, como los pájaros, para criar a sus hijos. Un sitio gobernado por la fuerza del amor, el respeto y la disciplina, donde el control está compartido por esa pareja que ha decidido recrear lo que conocemos como "la sagrada familia".  No importa que algunos piensen que los tiempos han cambiado, que la vida moderna ya no necesita de esta institución a la que otros consideran arcaica. El hogar vivirá por siempre mientras haya sobre el planeta gente capaz de compartir su amor con su familia.
         Se acerca el Día de Dar Gracias a Dios. Muchos no tienen idea de la significación de la fecha, ni la perciben como un acontecimiento importante, como lo es celebrar en familia un ritual de comunión con nuestro Creador. No han de faltar en ese día ni los manjares ni las gracias por todo lo que Dios nos ha dado, especialmente si hemos llegado a este país desde otras tierras, y hemos tenido que comenzar de nuevo, levantar nuestros hogares en medio de la inseguridad y el desasosiego. 
            "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican", dice el Salmo 127.  Así que deje que Dios construya su casa, y conviértala usted en un precioso hogar.
 
Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al  (786) 975-5709  y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible. Les invito a que me visiten en mi blog: http://www.belkiscentrodeesperanza.blogspot.com
 
               
 
 
 

martes, 23 de octubre de 2012


¿Necesita una familia?  Pruebe esta fórmula

Belkis Cuza Malé
        Cuando siendo niña me mudé con mis padres para la ciudad de Santiago de Cuba, descubrí algo importante: una nueva familia.  Frente a la casa que alquilamos habitaban las Arjona. Digo las Arjona porque el padre trabajaba fuera de la ciudad y regresaba cada quince días o algo así, de modo que aquello era un hogar habitado y regido en su totalidad por mujeres:  Borjita, la madre, difícil de olvidar con su carácter dulce y callado, y las cuatro hijas, que abarcaban todas las edades, desde la adolescencia hasta la más niña, apenas quizás con ocho años.  Entre ellas y yo se formó un lazo de amistad muy fuerte que pronto se convirtió en familiar, al extremo de que treinta años después, recien llegada con mi pequeño hijo a este país, me fui a vivir con las Arjona a Elizabeth, New Jersey.  Para entonces el padre había muerto y aquél seguía siendo un hogar de mujeres. A Borjita, la madre, le debo una de las cosas más bellas que he presenciado en mi vida: la nieve cayendo sobre las casitas, como en las ilustraciones infantiles, en una mañana que fue para mí el despertar a otro mundo.  Desde lo alto, pues vivíamos en un segundo piso, pude contemplar la maravilla de la naturaleza en aquella mañana que fue la primera en que vi caer la nieve. Inolvidable.
        Fueron y son las Arjona mi famlia. Mientras escribo esto hoy quiero rendir tributo a Borjita, en su cumpleaños 93. Rodeada de hijas, nietos y bisnietos, ella representa un modelo de serenidad y amor. Amor por los suyos y serenidad ante los tragos amargos de la vida. Nunca le oí una queja, ni hablar mal de nadie, ni nada que se pareciese al odio. Por eso digo que es modelo de muchas cosas, mi querida Borjita. Sin embargo, sí le oí decir en más de una ocasión: "No digas que el día está feo, porque lo has visto".
        Y hace unos días, para confirmar la idea que bulle hace tiempo en mi cabeza, leí en el periódico The New York Times un artículo (con fotos muy hermosas) que reafirma lo que pienso: está naciendo un nuevo tipo de familia, sin lazos sanguíneos, surgida de la empatía, de las cosas en común, y de la necesidad de cubrir un vacío espiritual.  Mientras que a diario vemos cómo parecen desintegrarse los lazos de la familia biológica (hijos que odian a sus padres, padres que niegan a sus hijos, hermanos contra hermanos), este nuevo tipo de familia parece venir a llenar las ánsias de convivencia, pero con un espiritu de respeto y libertad difícil de mantener en la familia original.
        El artículo cuenta la experiencia de cinco jóvenes profesionales (hombres y mujeres)  que se han comprometido a permanecer unidos, viviendo bajo el mismo techo durante al menos diez años.  Para ello han alquilado un loft (o espacio que fue antes fábrica o comercio) logrando al cabo de un esfuerzo colectivo, en el que los cinco laboraron noche y día, un hermoso y sofisticado habitáculo.  Un hogar con todas las de la ley, con habitaciones para cada uno y varios sitios comunes que son utilizados para entretenimiento y reunión.  En estos últimos ha sido necesario un mutuo consenso a la hora de la decoración y de los muebles.  En las recámaras, en cambio, está permitida la libertad de escoger la decoración que deseen los que las habitan.
        En esta nueva familia hay que destacar el hecho de que no los ata más que la amistad y el compartir libremente un hogar, aunque no están excentas las peleas de tipo familiar, como es lógico, según ellos mismos dicen.  Pero a diferencia de lo que conocemos como roomate o compañero de vivienda, esta nueva clase de familia hace vida común: cocinan para todos, comparten los alimentos y los gastos, las diversiones, observan en común las fiestas familiares, y se mantienen unidos por lazos de amistad, no de sexo u otros intereses como el de considerarse simples inquilinos que lo mismo vivirían allí o bajo otro techo.  No, ésta es una nueva familia.
        La necesidad quizás ha sido el fáctor decisivo de esta idea. La necesidad de ahorrar dinero y de no sentir la soledad del mundo tal como existe hoy. Al contrario de lo que fueron las comunas de California entre los grupos de hippies de los años sesenta, los que conforman la nueva familia se empeñan en ser considerados así, parte de un grupo que mantiene intereses comunes y afecto por los otros. Gente que se protege y que está diseñando quizás los moldes de una sociedad que defiende su derecho a escoger la familia. Si es que esto fuese necesario o posible.
        En la Biblia vemos algo parecido cuando se fundaron las iglesias primitivas y el Apostol Pablo, entre otros, agrupaba a los creyentes y los consideraba una familia, llamando incluso en sus epístolas hijos y hermanos a todos ellos. 
        Con la crisis económica, la creación de esta clase de grupos "familiares" haría posible el mejoramiento de la vida de todos los que se acogiesen a este no tan nuevo proyecto. No se trata simplemente de compartir una vivienda, se trata de compartir vida, intereses, ilusiones, problemas y hasta las penas del resto del grupo. Se trata de crear un nuevo orden familiar, basado en el respeto mutuo y el entendimiento, la libertad y la alegría de vivir bajo un mismo techo, desterrando la soledad y la depresión que muchos padecen hoy día. Y de seguro, habrá también aquellos que basen su grupo en las creencias religiosas, en el amor compartido por Dios. 
        Ojalá que hayan entendido el mensaje y se dispongan a imitar a los que ya han decidido que más allá de los lazos sanguíneos, más allá de las relaciones de pareja, o de cualquier otra consideracíón o interés económico, está el deseo de amar al semejante, y de convivir de forma distinta, como hermanos, porque como dice Romanos 12:2: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".
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jueves, 27 de septiembre de 2012

  

¿ERES UN AGUILA?
 

manuscritos más antiguos

Belkis cuza Malé
 
        Una amiga me había escrito esta mañana, y me pareció tan hermosa la descripción de su estado de ánimo, y tan afín con el mío, que le dije que iba a citarla en este artículo.  Y aquí va. Dice ella:
 
        "Voy caminando como son los dias, que amanece, sale el sol, nos alumbra, nos da calor, oscurece, sale la luna, nos adormece y damos gracias por esos alimentos. Me siento como un águila, planeando desde inmensas alturas y observándolo todo ante este renacer de paz. No podemos vivir dependiendo de que nos den o dejen de dar, hay que buscar por sí mismo y dejar..."
        
        Leyendo su correo pensé en esa águila que ella mencionaba y en el Salmo 103, por el que sabemos que Dios puede rejuvenecernos como hace con estos animales, y también saciarnos de larga vida.  Y fui a investigar cómo se producía ese proceso en las águilas, cómo renacían, y para mi sorpresa encontré este artículo anónimo sobre los secretos de las águilas, y donde además de detallar cómo ocurre esa transformación de sus cuerpos, se describe lo que yo pensaba decirles aquí, y se cita también el Salmo 103.  He buscado por todas partes al autor de esta página de internet, sin resultado. Así que seguirá siendo anónimo hasta que aparezca quién lo escribió, quizás un ángel, pero que de seguro vive en un país de lationoámerica. Y como me ha gustado mucho, y me parece, repito, que expresa todo lo que quería decirles, se los copio para que lo lean y estudien el mensaje.
        Estamos necesitados de transformar nuestras vidas, de arrancarnos la antigua piel, lo que nos esté impidiendo volar y remontarnos a las alturas, de modo que podamos ser como esa águila en la que mi amiga dice sentirse plena ahora.  La vida pesa como un fardo si dejamos que el Maligno nos gobierne, si dejamos que nuestra mente esté cautiva de sus malas vibraciones y energías. Si esperamos que los demás nos amen para ser  felices. 
        La transformación ha de ser total, no sólo del cuerpo, sino del espíritu, pues no hay cuerpo que resista un espíritu enfermo, sin la presencia de Dios. Si el cuerpo se ha dejado atrapar por los vicios, la lascivia, las drogas, el alcohol y los pecados, Dios estará ausente de ese espíritu.
         No quiero seguir la prédica, sino recomendarles que pongan atención a lo que señala aquí el autor de este artículo, "Los secretos del aguila", de seguro un cristiano:

"El águila es el ave con mayor longevidad de esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión. 
A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. Volar se hace ya tan difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durara 150 días.
Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo.
Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas.
Cuando las nuevas uñas 
 a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y a vivir 30 años más.
Situaciones parecidas nos suceden a lo largo de la vida. Hay momentos en que parece que ya hemos dado en nuestro trabajo, familia, comunidad, 
 todo lo que teníamos. Pareciera como si hubiéramos agotado nuestra creatividad y que ya no tuviésemos mucho que aportar.
Nuestra vida suele verse gris y envejecida. ¡Estamos en un punto de quiebra! O nos transformamos como las águilas o estaremos condenados a morir. La transformación exige, primero, hacer un alto en el camino, tenemos que resguardarnos por algún tiempo. Volar hacia lo alto y comenzar un proceso de renovación.
Solo así podremos desprendernos de esas viejas uñas y plumas para continuar un vuelo de renacimiento y de victoria. Y ¿cuáles son esas plumas y uñas de las que tenemos que desprendernos? Pues, cada uno puede identificarlas fácilmente en sus vidas: son aquellas actitudes, vicios y costumbres que nos impiden el cambio, que nos atan al pasado, a la mediocridad, a la falta de ánimo para empezar la lucha.
En otros puede tratarse de resentimientos, complejos, baja o alta autoestima, que nos nublan la vista y la capacidad de ser objetivos con nosotros mismos. Debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causan dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.
Es increíble descubrir en la Biblia, que ya el salmista (1000 a 800 años antes de Cristo) conocía el secreto de las águilas:
"El perdona todas tus culpas y sana todas tus enfermedades. El rescata tu vida de la tumba y te colma de amor y de ternura, sacia de bienes tu existencia, y te rejuveneces como un ÁGUILA".  (Salmo 103: 3-5).


 
        Ne gustaría invitarlos a que se sumen a este proceso de cambio, que me sigan en mi deseo de aprender del águila a renacer en Cristo, a ser una persona distinta, llena de amor por lo que Dios nos ha dado, agradecidos por sus bondades. Porque Dios, como dice el Salmista, está dispuesto a rejuvenecernos, física y espiritualmente.
        Yo quiero ser un águila:  ¿Y usted?
 
Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al  (786) 975-5709  y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.

martes, 18 de septiembre de 2012


Señorita corazones solitarios
 
Belkis Cuza Malé
  • Sería la señorita corazones
 
En 1933 un joven escritor llamado Nathanael West publicó una novela cuyo sugestivo título quedó grabado para siempre en la mente de muchos norteamericanos de la época.  West muríó junto con su esposa en un accidente automovilístico siete años después y aunque fue un innovador en el campo literario, tal parecería que lo único que le sobrevivió fue el título de su novela, ese Señorita corazones solitarios.  Años después se hizo famosa en los periódicos de este país una columna sindicada bajo ese título, y recuerdo que un periódico de La Habana, a finales de los cincuenta, la publicaba en español donde el autor (no me pregunten el nombre, porque no lo recuerdo), daba consejos a todo el que le escribiera, principalmente a las muchachas desesperadas que solicitaban ayuda con sus problemas amorosos.
        En esa época todavía no se hablaba en la prensa sobre sexo o intimidades entre parejas, pero el autor de la columna era muy popular porque aconsejaba sobre toda clase de temas: fracasos sentimentales, divorcios, y claro, sobre la soledad y la depresión.
        Holy día, aunque los columnistas han incorporado los problemas sexuales y se escribe abiertamente sobre temas hasta hace unas décadas tabús, la soledad y la depresión siguen ocupando un espacio primordial en los problemas de hombres y mujeres.  Y no estamos hablando de la soledad en ancianos o personas que no comparten su vida con una pareja.  Sino de los jóvenes que se sienten solos, que buscan compañía donde no deberían, que toman drogas para escapar de la soledad o porque no saben salir de la depresión.
  • La señorita Anita
        Señoritas y señoritos corazones solitarios pidiendo a gritos amor: amor de familia, amor romántico o amor hacia ellos mismos.  Señoritas y señoritos que en la época de la revolución tecnológica, con un teléfono celular en el bolsillo, se sienten irremediablemente solos, perdidos.  Señoritas y señoritos que no gustando de su piel se llenan el cuerpo de tatuajes con mensajes oscuros, a veces siniestros.  Mensajes que claman a gritos también por el amor y la compañía que no tienen.  Señoritas y señoritos que se perforan los labios, la lengua, las orejas, y hasta las partes íntimas de sus cuerpos con aretes y metales como lo hacen los primitivos habitantes de las tribus. Símbolos decadentes de una sociedad en quiebra, de un mundo donde reina el Maligno, donde los valores morales y, hasta los estéticos, están en franca retirada. Un mundo lleno de violencia.  Un mundo que grita su soledad y su angustia, sin que sepa cómo salir del atolladero en que se encuentra.
        Han perdido las huellas de Dios, el camino que los lleva a su encuentro, y en su lugar les han abierto las puertas al Demonio.  Así de simple y terrible.
        Algunos que me lean pensaran que es ridículo hablar del Demonio en estos tiempos. cuando el ser humano ha logrado conquistar planos superiores de inteligencia, cuando ya hemos pisado la luna y nos dirigimos a Marte.  ¿Quién es el Demonio, qué rostro tiene, cómo podemos reconocerlo? ¿Acaso es ese tipo vestido de rojo de la cabeza a los píes, con un tridente en la mano para echarnos en su caldera?  No, el Demonio hoy se viste con trajes de diseñadores, Prada o Ralph Laurent, o cualquier otro, y bebe champange en finas copas de bacarat.  Juega a la bolsa y por supuesto, está en Facebook, como todos nosotros.
  • a la señorita enfadada y a
        Cuando la soledad se instala en el alma, cuando no vemos salida, cuando la depresión nos invade como una plaga de mosquitos, cuando la angustia existencial nos atrapa con sus garras, tenemos que hacerle frente del único modo posible: orando, pidiéndole al Señor Jesucristo que nos libre de todo mal, que nos ayude a sobrepasar la crisis.  Volviendo a Dios, a su Palabra. Oyéndolo cuando nos habla.
    El miedo es un arma del Demonio, un dardo que no sabemos cómo controlar a fin de que no nos toque.  Pero el miedo persiste, está ahí, nos hace temblar, nos da palpitaciones, y las manos nos sudan: miedo a estar solos, miedo a la vida, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte, miedo a la miseria, al desamparo, a lo desconocido. Miedo, miedo, miedo a todo.
    Una cosa es estar solo y otra sentirse solo. Nunca estará solo si abre su corazón a Dios, si deja que El le tome de la mano y lo guíe hacia los lugares de esplendor y luz que existen dentro de nosotros. Si habitamos al abrigo del Altísimo, como dice el Salmo 91.
    Si se siente solo, o sola, si piensa que su pareja no lo ama, si todavía está sufriendo la soledad que experimentó cuando era niño, el abandono de sus padres, o de su esposo/esposa, vuelva sus ojos a Cristo, lea los Evangelios, repita como loco los versículos que están ahí para darle fuerza a su fe y salir adelante. Porque todo lo podemos en Dios, que nos fortalece.
 
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viernes, 20 de julio de 2012


He regresado a Fort Worth
 
Belkis Cuza Malé
 
    Más que un artículo pretendo escribir una nota para informarles que estoy de regreso en
Fort Worth. Bueno, en realidad nunca he estado ausente de la ciudad que amo y donde tengo tantos y tan buenos amigos y hermanos y hermanas de varias nacionalidades.
    A Fort Worth  me mudé el día de Halloween de 1995. Fue un viaje por carretera, en nuestro automóvil que manejaba mi hijo, entonces sólo de 22 años. Habíamos enviado antes la mudanza, con los muebles y las pertenencias más necesarias, aunque en Miami se quedaban más de cuarenta cajas con mis libros, a la espera de que pudiera mandarlos a traer.
     Con nosotros venían la gata Musiquita, Tintín, su hija. y otros dos gatos.  Y compartiendo el asiento de atrás junto con las jaulas de los gatos, estaba Lucky Lady, a la que siete años atrás habíamos rescatado de la perrera de Newark, en New Jersey.  Al llegar a la Luisiana, en uno de esos remotos pueblos fantasmales, logramos pasar la noche en un motel regenteado por una señora que a esas horas de la noche se había levantado de su cama para alquilarnos una habitación. A la entrada del motel un cartel anunciaba claramente que no se permitían animales en los cuartos.  Eso por supuesto, no fue un impedimento para que agotados tras el largo viaje, nos las arregláramos para bajar las jaulitas y una vez en la habitación darles de comer a los pobres animales. No había otra opción y dejarlos en el auto, sin comer, hubiera sido un crimen .
    Al amanecer, y sin dejar huellas de la presencia de nuestros gatos y perra, continuamos viaje hacia Fort Worth.
    A partir de entonces nuestras vidas se imbricaron en la de la ciudad. y aprendimos a quererla y respetarla, y pronto nos hicimos de amistades que hasta el día de hoy siguen siéndolo. No tardaron en aparecer los necesitados, los que venían a casa en busca de ayuda, de consejos, esperanzados en que el Espíritu de Dios les traería paz y soluciones a sus angustias y problemas espirituales y materiales. Confiaban en las palabras proféticas que tuviera para ellos y pronto los vi aparecer con sus niños, con sus esposos o esposas y algunos, con nietos. Generación tras generación, los asumí como el que recibe a esa parte de la familia que en inglés se llama extended family.  De modo que ellos y sus hijos se convirtieron en asiduos visitantes de mi casita.  Y también vinieron muchos otros cuando La Casa Azul, que abrí al año siguiente, los invitaba a participar en sus fiestas de Navidad y entrega de juguetes, fiestas que me ayudaban a preparar varios amigos, y entre los que la dulce Elena Bermea fue parte importante de estos trajines, nada fáciles, de reunir juguetes y buffet de fiesta.
    Ahora, luego de una temporada visitando a mi hijo  --que al cabo de los años decidió regresar a Miami, donde tiene su negocio-- he vuelto a Fort Worth, ciudad de la que nunca he estado ausente, pues soy parte de ella, y me acompaña a donde quiera que voy.
Esta vez, el viaje fue una aventura distinta. Les diré por qué: hice el viaje de Miami a Fort Worth en un camión de 18 ruedas.  Una experiencia única, pues tengo que confesarles que al principio pensé que cuando menos me daría un ataque de ansiedad viajando en uno de esos "monstruos", como le llamaba antes, cada vez que alguno pasaba junto a mí en la carretera.
    Hoy, queridos lectores, quiero recomendarles que no se pierdan la oportunidad de viajar en un 18 ruedas.  El viaje es cómodo e inolvidable.  Uno se cree el rey del mundo desde esa altura, con la seguridad que nos da el sabernos poderosos, en medio de la carretera llena de pequeños vehículos. Les juro que les encantaría el viaje, y toda esa aventura de bajarse en los truck stops, que parecen repetirse hasta el infinito a todo lo largo del viaje, con los mismos limpios y olorosos baños y los mismos restaurantes.
    No puedo dejar de señalar que parte del encanto del viaje se lo debo a Gonzalo Cruz., un cubano, maestro espiritual de Reiki, que maneja como lo haría un ángel, seguro y confiado en Dios. Nunca he visto un chofer como éste, sencillo y cordial, con extraordinarias habilidades para conducir un camión como aquél.
    Eran las cuatro y media de la madrugada del domingo 7 de julio cuando el 18 ruedas, haciendo un gran estruendo, y sorteando los frondosos árboles de mi cuadra, se detuvo frente a mi casita.  Yo no lo podía creer. Estaba de nuevo en mi amada Fort Worth.
    Aquí estoy pues, al servicio de Dios, de la mano de Jesús, que me ha traido a la ciudad de la Trinidad.  Estoy ansiosa por verlos a todos, por saludarlos y entragarles mi mensaje especial para cada uno de ustedes.  No dejen de hacer cuanto antes una cita conmigo, los espero.  Llamen al teléfono de siempre: (786) 975-5709.
    En el Nombre de Jesús les envío mis bendiciones.
 
   
Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al  (786) 975-5709  y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.
Les invito a que me visiten en mi blog: http://www.belkiscentrodeesperanza.blogspot.com
              
 
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lunes, 28 de mayo de 2012

http://www.kcm.org/

May 26 - Discover What the Name Can Do
"Wherefore God also hath highly exalted him, and given him a name which is above every name: That at the name of Jesus every knee should bow, of things in heaven, and things in earth, and things under the earth."

(Philippians 2:9-1
Dear Belkis,

Once you make up your mind to keep the commands of Jesus and begin to allow the Word to dwell in you richly, the Name of Jesus will become far more powerful to you. It will become more than just a word. It will become a force that will cause every circumstance and every demon that tries to stand in your way to bow its knee to your command.
I tell you, the Name of Jesus works. There is far greater power in it than any of us have yet realized.
My faith is so set on the authority of the Name of Jesus that there are times I just say, "In the Name" and the power of God comes on the scene.
In fact, I've discovered that the Name of Jesus--just the Name alone-- is effective when spoken by a Word-abiding believer. Revelation 19:13 says the Name of Jesus is the Word of God! So, when an evil spirit is trying to bring sickness, poverty, depression, or any other garbage into my household, I don't have to quote every scripture I know to stop him. I can just point my finger at him and say, "Jesus!" That's like throwing the whole Word of God in his face at one time!
Discover for yourself what the exalted Name can do. Begin to speak it with confidence and authority. There is power in the Name of Jesus.

Scripture Study: Acts 3:1-16
© 1992 Eagle Mountain International Church aka Kenneth Copeland Publications All rights reserved.

Kenneth Copeland Ministries

Fort Worth, TX 76192-0001





sábado, 28 de abril de 2012


Visión de Jesucristo en FORT WORTH
 
Belkis Cuza Malé
 
        "Luz soy del mundo". Así dijo Jesús mientras se preparaba para sanar a un ciego de nacimiento.  "Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras el día dura", había sentenciado refiriéndose a su condición de Hijo de Dios y a su pronta crucificción, que El, por supuesto, conocía de antemano. El ciego esperaba por el milagro, quizás sin fe, porque llevaba muchos años, más de treinta, sentado junto a aquel arroyo al que se decía bajaba un ángel que sanaba al primero que entrara en las aguas.  Pero el pobre ciego vivía desconsolado, ya que debido a su misma condición no había logrado nunca que alguien lo ayudara a llegar al estanque.
         Y diciendo esto, Jesús procedió a devolverle la vista tras escupir en tierra y hacer lodo con la saliva. Con esa mezcla cubrió sus ojos, y el ciego fue sanado.
        Sí, Jesús era y es la luz del mundo. No ha dejado de serlo. No ha dejado Jesús de alumbrarnos con su gloria y su amor. No ha dejado de hacer milagros en este plano terrenal, aunque haya dicho que no es el dueño del mundo, aludiendo a la fuerza siniestra que gobierna la Tierra.
       Cuando Jesús ascendió a los Cielos, tras su resurrección, nos dejó al Espíritu Santo habitando en cada uno de nosotros, aunque una gran mayoría ni siquiera lo sabe. De niña, lo recuerdo bien, yo me preguntaba qué cosa era el Espíritu Santo, por qué aquella paloma blanca lo representaba, y cuál era su objetivo. Tengo la impresión de que nadie supo explicármelo bien hasta que comencé a leer la Biblia, los Evangelios, y entendí lo que significaba para los crisitianos el misterio de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
    Y también por razones misteriosas si se quiere, a finales de 1995 me mudé a Fort Worth que es una ciudad precedida por la fuerza del Espíritu Santo, y donde la energía de la Trinidad  lo inunda todo, desde ese río que bordea la ciudad, --como un cordón de agua y verdor y a quien un español, Alonso de León, en 1690 bautizó como La Santísima Trinidad--, hasta la cotidianidad más tierna.  No hay otra ciudad donde esto suceda.  Donde la Trinidad esté presente en todos y cada uno de los actos de la ciudad, aunque de modo imperceptible al ojo humano.  Y aunque el  río Trinity viaje por muchas otras tierras texanas, es aquí donde ocurre el "milagro" de esa fuerza única, de esa energía divina que preside Fort Worth y su paisaje. Y que de seguro muchos se sienten tocados por ella, aunque no sepan cómo clasificarla.
      "Luz soy del mundo", dijo Jesucristo entonces, alumbrando en el corazón de los que creen en él, de los que proclaman su divinidad. Y es Fort Worth ciudad elegida por Dios para realizar grandes milagros. Lo siento así, lo recibo mientras escribo esto.  Una ciudad asentada junto a ese río va a celebrar la segunda venida del Cristo como muy pocas otras. Vamos a verlo a El, nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, caminando por esas aguas, y oiremos su voz llamándonos, para que nos arrepintamos de nuestros pecados y seamos salvados. 
    Pero, queridos amigos, no esperemos hasta el último minuto para acogernos a esa luz, a su luz;  no esperemos su segunda llegada para cambiar nuestras vidas, porque entonces puede que sea tarde. Hoy, ahora, es el momento de comenzar una vida nueva, una vida en Cristo y proclamar que sólo Él salva. 
    No esperemos como el ciego de los Evangelios por el ángel que ha de mover las aguas para sanarnos. Jesús está ahí, al alcance de la mano, y sólo nos pide que tengamos fe y amor.  Es todo.  Quitemos de nuestros ojos la ceguera espiritual, más terrible que la física. Abramos los ojos, el Señor nos ha devuelto la visión de su Reino.
 
Nota:  Les invito a que me comenten este artículo y me llamen para compartir sus emociones, problemas y sufrimientos. Oraré por ustedes, y si lo desean les hablaré las palabras proféticas que tenga para cada uno.  Dios los ama, recuerden.
Llámeme a cualquier hora al (786) 975-5709.   O escríbanme a BelkisBell@Aol.com. Visite también mi página de internet en www.belkiscuzamale.blogspot.com, donde podrán leer todos mis artículos.  Gracias y bendiciones.
 

lunes, 23 de abril de 2012


Un paisaje que transforma el alma

Belkis Cuza Malé
        Mi madre pudo ser una pintora y lo demuestra ese cuadro que teníamos en casa cuando yo era niña: un gato precioso, blanco y negro, con algo de color al fondo, pintado con mucha gracia.  Pero cuando nos mudamos de la ciudad de Guantánamo a Santiago de Cuba el cuadro desapareció de las paredes de nuestro nuevo hogar, lo mismo que aquel paisaje de montañas nevadas, llenas de luz y vegetación junto a un riachuelo que cruzaba a todo lo largo. Sencillamente impresionante. Y yo, que entonces no contaba más que diez u once años solía contemplarlo con tanta intensidad, que era como si me metiese dentro del paisaje, imaginando aventuras sólo posibles en los libros. Por esa época yo todavía no leía libros, no los había en casa, salvo uno de historias bíblicas que mi madre conservaba de sus años de alumna del colegio teresiano. Ese libro y el cuadro del gato, porque lo había pintado siendo casi una niña allí en el colegio. 
    Pues bien, aquel paisaje, que colgaba al descuido en la pared, sin guardar las proporciones  lógicas del diseño, sino en un clavo cualquiera que de seguro estuvo ahí siempre antes de que nos mudásemos a esa casa, fue para mí como una iluminación espiritual.  Las montañas, el cielo, el agua del riachuelo, la nieve, la vegetación aledaña, despertaban en mí sensaciones de vidas pasadas o futuras que correspondían quizás a otras dimensiones. Porque ahora sabemos que además de esta dimensión donde habitamos en este presente eterno existen otras, según nos asegura el científico Einstein.
    Pero sólo quiero comentarles la influencia que esa lámina (porque se  trataba de una lámina, o print, no de una pintura original) tenía sobre mí, sobre mis estados de ánimo. A través de ese paisaje yo canalizaba mil y una inquietudes que me acosaban.  Y ese cuadro era como un paisaje mágico que me hacía soñar con mundos distintos.  Y a la vez me colocaba frente a un mundo desolado, sin seres humanos, ni animales. Sólo paisaje.
    ¿A dónde iba yo por esas montañas, luego de atravesar el riachuelo? ¿Qué había detrás de esas montañas desoladas y frías? ¿Ciudades, gentes, jungla o qué? Sigo pensando que eran impresionantes, que no pertenecían a este mundo, porque aquella luz que las asolaba era también de naturaleza extraña.
        No sé si se han dado cuenta de lo que quiero decir: que podemos vivir y crear la vida dentro del paisaje de una lámina como aquella. Los que se ocupaban hace décadas de decorar las grandes casas, los palacios, sabían de antemano la importancia del mensaje de un cuadro, y sabían también que no debían colgar nada negativo en las paredes.  Hoy el arte ha dejado de cumplir esa función y es cualquier cosa menos "saludable", y en las paredes descansan todo tipo de imágenes realmente deprimentes o con mensajes "subliminales" (de esos que no se ven a simple vista, pero que afectan la mente) nada alegres.
        Hace años, por esas cosas misteriosas de la vida, volví a ver el paisaje de mi infancia. Estaba colgado en la pared de una tienda de antiguedades de la calle Main de Fort Worth. Me quedé sin habla, estupefacta. No podía creerlo, y hasta me imaginaba que podría ser el mismo que colgaba de la pared de mi casa allá en Guantánamo. 
    !Qué imaginación la mía!  Eso no era posible. De seguro existen en el mundo, o al menos en este país, un buen número de esas láminas, típicas del decorado de los años cincuenta. Pero les confieso que no pude evitar la sensación de que
 el paisaje me habia seguido a mí, como nos creemos que hace la luna cuando caminamos bajo ella.
    Esta semana ha muerto en San Francisco, un paisajista único, un maestro de la luz, como le llamaban: Thomas KInkade.  Tenía sólo 54 años y era cristiano, y había incorporado su fe a lo que pintaba. Paisajes de luz y sombra, casitas junto a los riachuelos, iglesias fantasmales y bellas, montañas, ciudades de los cincuenta, casas de los suburbios arrullados por la paz y la armonía de esas décadas. 
     Estoy por creer que a Kinkade lo alimentó de niño el mismo paisaje que a mí, el de esa lámina. Sus pinturas son como el cuadro de mi infancia, no me cabe dudas. Pero en Kinkade la luz preside todo el entorno y nos quedamos como sonnolientos porque es casi una luz sideral, de esas que sólo produce la intensidad de las estrellas, y tamiza la luna. En los paisajes de Kinkade tampoco aparecen personas ni animales. Una soledad pasmosa que nos hace imaginar que detrás de las puertas de esas casitas y esas iglesias está escondida la felicidad.
    Ustedes búsquenlo, busquen los paisajes de Kinkade y díganme si no tengo razón, si este pintor no les transforma el alma, sólo con contemplar sus cuadros.
Nota:  Les invito a que me comenten este artículo y me llamen para compartir sus emociones, problemas y sufrimientos. Oraré por ustedes, y si lo desean les hablaré las palabras proféticas que tenga para cada uno.  Dios los ama, recuerden.
Llámeme a cualquier hora al (786) 975-5709.   O escríbanme a BelkisBell@Aol.com.   Gracias y bendiciones.

martes, 3 de abril de 2012

Salmo 91

Salmo 91


1. EL que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente.
2. Diré yo a Jehova: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.

3. El te librará del lazo del cazador, e la peste destructora.
4. Con sus plumas te cubriré, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad.

5. No temerás el terror nocturno, ni de saeta que vuele de día;
6. Ni de pestilencia que ande en oscuridad, ni de mortandad que en medio del día destruya.

7. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará.
8. Ciertamente con tus ojos mirarás, y verás la recompensa de los impíos.

9. Porque has puesto a Jehova, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación,
10. No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada.

11. Pues que a sus ángeles mandara acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.
12. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.

13. Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón.
14. Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondre en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.

15. Me invocaré, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré.
16. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación