sábado, 5 de julio de 2014



La generación de Viet Nam
Belkis Cuza Malé
    Aunque toda guerra es inhumana y cruel, la de Viet Nam provocó más cambios en Estados Unidos que lo que podemos imaginar. Algunos la recuerdan con nostalgia, y no es para menos. Con los sesenta se borraron de golpe siglos de estabilidad y cohesión moral.  " Haga el amor no la guerra" , como pedían los más audaces defensores de la paz, no sólo fue un slogan sino una realidad. Muchos se desentendieron de la moral al uso y proclamaron el amor libre, la contracultura, la vida en comunas, y una gran cantidad de valores morales se esfumaron con la llegada de los hippies al panorama nacional.  Melenas, barbas, extravagancias  y drogas hicieron su aparicion. Se pusieron de moda los gurús y  las religiones orientales, los iluminados, el yoga y la meditación trascendental. Los que contaban con los medios se iban a la India, los que no, se conformaban con reverenciar a Krisna y a cuanto personaje místico se apareciese con sus teorías sobre el tercer ojo o las chacras.
    Yo la llamo la generación de Viet Nam porque además de centrarse alrededor de esa contienda, impuso cánones nuevos, marcando así para siempre a un país entonces en guerra. Todo el mundo por supuesto quería que cesara ese capítulo doloroso de la historia. La mayoría no sabía ni por qué se peleaba, ni siquiera dónde estaba situado ese país llamado Viet Nam, dividido entre el Norte y el sur, como ocurre en nuestros días con las dos Coreas.
    Nada bueno sacamos de las guerras, a no ser el "acercamiento" al enemigo, a sus costumbres y cultura. Eso, y el haber situado a Viet Nam en el mapa fueron algunos de los "aportes" de esa contienda, si es que se obtiene algo positivo de una confrontación bélica. Los muertos de ambos lados, el odio, el rencor, fueron caldo de cultivo suficientes para dejar huellas imborrables en todos. Pero hoy, gracias a Dios, las cosas han cambiado y los horrores de la guerra se han ido desvaneciendo con los años, y el odio también. 
    Pero la generación de Viet Nam todavía está viva, aunque ya no es la misma. Aquellos años de desenfreno, de drogas sicodélicas, de vestirse o desvestirse para protestar contra la guerra, como lo hicieron John Lennon y Yoko Ono, son cosas del pasado, mascaradas, happenings teatrales que han quedado en el olvido, al igual que algunas canciones retro y posturas como las del poeta beat Allen Ginsberg. Lo esencial no es el "Apocalipsis Now"  de Hollywood, sino esa especie de muro de las lamentaciones donde están inscritos en Washington los nombres de los soldados estadunidenses muertos en Viet Nam.
    Mientras muchos se aprovecharon de la guerra para proclamarse marxistas, y la izquierda se enraizó en una sociedad como ésta, enemiga del comunismo, los jóvenes que iban a la guerra no fueron nunca los mismos si tenían la suerte de regresar vivos. Pasaron los años, se reintegraron a la sociedad civil, y parecieron olvidar. No siempre ocurrió así, muchos veteranos han terminado como homeless en las calles de este país, muchos han muerto luego a consecuencia de sus heridas físicas y espirituales. Muchos no se han repuesto todavía, a pesar de que calzan años. Son parte de esa generación de Viet Nam que ya nadie recuerda porque así se va borrando todo en esta vida, para bien o para mal.
    Después de la de Viet Nam, otras guerras --todas crueles e indeseables-- han cubierto de dolor a miles de hogares norteamericanos. Mientras continúe el horror de morir sin saber bien por qué mueren a miles de millas de su patria, los jóvenes de hoy no podrán repetir ese verso que tenemos en el himno nacional cubano que dice "morir por la patria es vivir". ¿Se puede vivir muriendo por algo que llamamos patria y que no sabemos bien qué es?
    Todo esto lo escribo en honor a la fecha del 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos y deseando que una fiesta tan hermosa como la de la libertad de un país como éste, no sea sólo ese picnic con mantel a cuadros y fuegos artificiales, sino un momento de recordación y agradecimiento a Dios por haber creado a esta gran nación. Oremos para que Estados Unidos continue siempre al abrigo del Altísimo, como dice el Salmo 91.
                                                                BelkisBell@Aol.com

lunes, 26 de mayo de 2014

¿PUEDE CURARNOS DIOS?


 
 
Belkis Cuza Malé

    Aunque la medicina ha alcanzado un desarrollo extraordinario en los últimos cien años, y enfermedades, antaño terribles, han devenido controlables tras el descubrimiento de la penicilina y los antibióbitos, todavía nos encontramos ante la antesala de un misterio mayor: ¿lograremos algún día vencer el proceso de la muerte o combatir efizcamente las nuevas epidemias y enfermedades que aparecen de cuando en cuando en este planeta?
 
    Nada sabemos, más que ese miedo que suele recorrer la mente humana ante cada amenaza. Primero el SIDA, y luego la gripe porcina. Y luego otras. Y latente, como uno de los miedos mayores, el temido cáncer. Sin descontar las enfermedades del corazón, que son mayormente la causa de muertes, debido al estilo de vida de muchos.
        Pero, ¿cuántos de nosotros creemos de verdad que la Palabra de Dios sana, que Jesús es más que una promesa y que todos los días de nuestra vida estamos protegidos por su amor y su calidez? La ciencia se ha impuesto y cada vez que se habla de sanación divina hay que acotar que una visita al doctor no estaría de más. De modo que vemos el temor a equivocarnos, a hablar por hablar, como si Dios fuese sólo un espejismo, algo digno de probar, pero con cautela. Les traduzco aquí lo que Norman Vincen Peale, hombre de fe y autor de famosos libros sobre el pensamiento positivo, además de pastor, nos dice al respecto, tras participar junto a un doctor cristiano en la sanación, a través de la oración, de una señora muy enferma: *Por primera vez --nos cuenta--, comencé a ver que yo estaba cometiendo un grave error al enseñar tan sólo una religión altamente ética. Yo había visto ahora cómo trabajaba el poder más allá de la ética o la ciencia. Había mirado de forma escéptica lo sobrenatural. Pensaba  en la religión básicamente como un sistema de ética y teología, preocupada sólo con el mejoramiento de la moral y de las condiciones sociales, en especial ésto ultimo.  Yo miraba a la medicina preocupada solamente por la cura de la enfermedad a través del proceso materialista".  Para luego añadir: "Hoy sabemos que Dios tiene al menos dos formas para sanar a la gente: a través de su sirviente, el médico y de su sirviente el practicante de la fe espiritual".
        Creo, sin embargo que el doctor, por muy eminente que sea, no puede curar por sí solo el miedo, la tristeza profunda del alma, los conflictos que surgen en la mente humana y que calan profundo en el espíritu. No importa que existan los terapistas, los sicólogos, los siquiatras. Y no digo que ellos no curen. Claro que curan con un sistema aparentemente efectivo, basado en la mayoría de las veces en los fármacos. En la química. Esas drogas con receta médica que llevan al paciente a un estado más o menos normal de sanación, que la mayoría de las veces es sólo aparente, porque la procesión va por dentro, en el espíritu.
    Les diré mi experiencia: cuando yo tenía veinte años, por un período de más de diez, vivía con la ansiedad a flor de piel. No salía de mi casa sin llevar en mi bolso esas pastillas que me había recetado el doctor para la ansiedad, para la depresión y el miedo. Yo vivía en puro terror, a la muerte, a las enfermedades, a la vida misma, al que será de mi vida. Yo no disfrutaba ni un minuto, pensando en que mañana estaría muerta, o aquejada de una grave enfermedad. Pero de tanto temerle a todo, le temía --creo que afortunadamente, también a esas pastillas, a sus efectos secundarios-- y sólo tomaba la mínima dosis, tan pequeñita que estoy segura de no me servían de nada. Pero yo vivía pegada al fetiche de las pastillas, con la confianza de que si me daba un ataque de pánico ahí estaban ellas, como si fueran el mismo Dios, para salvarme. Al menos, creía, me controlaban el miedo. ¿Y por qué ese miedo? Cuando usted vive en la represión absoluta, cuando la moral al uso es un marco opresor del que no nos podemos zafar, cuando hay que fingir todos los días, y decir SÏ, venticuatro horas, como hacen los que vive en un país bajo el comunismo, nuestra mente se enferma, si no somos lo suficientemente fuertes. Se enferma doble: por una parte, se resiste a ser gobernada, manipulada, y por la otra tiene que ceder y aprender a callar, y tiene que obedecer reglas injustas, estúpidas, que no son más que la pérdida absoluta de su individualidad.
         Y como vivía en el miedo, como crecí también bajo la vigilancia de un padre autoritario, que ponía por encima de todo la moral, sus cánones ultraconservadores, yo no salía de un estado de terror interno. No bastaba que me hubiese criado en la fe, que aprendiese a rezar y a hacer promesas. Yo tenía pánico, vivía con pánico, esperando siempre lo peor, aunque me agarraba al pensamiento de un Dios al que también me habían enseñado a temer.
            Hasta que descubrí que Dios es amor, que Dios vive en nosotros y es esa fuerza superior que nos enseña a no temer, a entregarnos a sus promesas. Sí, Dios curó mi hipocondria, mi temor a la vida, mis incertidumbres, mi miedo. Y puede curar el suyo si deja que El lo guíe, si aprende a entender el mecanismo de sanación que hay en su Palabra. Si repite una y mil veces los versos que están en la Biblia que hablan de sus promesas de sanación. No dejo de recordar todos los días aquellos de Proverbio 4: 24-27, que dicen: "Acerca tu oído a mi boca, hijo mío, porque mi palabra es medicina y vida para ti*. O lo que leemos en Primera de Pedro 2:24, hablando de Cristo: (...) llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el matadero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia, y por cuya herida fuísteis sanados".  Sí, especialmente esto, porque fuimos sanados (ya en pasado, miren) por su herida, ésa que sufrió en la cruz. De modo que repitiendo esto (por sus heridas fuimos sanados) obtenemos la curación tan ansiada, sin saber que ya estamos sanos.
        Porque la fe, sólo la fe en Cristo, puede liberarnos del miedo y de la enfermedad.
 
Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de
amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al  (786) 975-5709  y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.

 

sábado, 27 de julio de 2013

¿Es usted un ángel?
Belkis Cuza Malé
        Quizás, como aseguran, hay ángeles invisibles alrededor nuestro, y otros que han venido a la Tierra en misión especial y se conducen como cualquier ser humano. Pero también están esos otros ángeles que acampan en número de nueve en los techos de nuestras casas cuando se hace necesario defendernos de los ataques del Maligno.
        No sé si recuerdan que tengo una foto tomada en una pequeña plaza de la ciudad de Princeton, New Jersey (donde viví muchos años), y allí aparece a mis espaldas un ángel formado en el agua que brota de una fuente. No me percaté de esto sino muchos años después revisando mis fotos. Y es realmente increible.
           Y evoco ahora aquella otra experiencia, única, cuando todavía vivía en Cuba, y vi un querubín vestido de azul.  Estaba yo de visita en casa de mi amigo Joseíto López del Río, un anciano que era todo espiritualidad, y  oraba por mí, imponiendo sus manos sobre mi cabeza, cuando vi al querubín saltar por la ventana abierta del comedor. Daba salticos como movido por un resorte de alambre. No creo equivocarme si digo que llevaba un atuendo especial confeccionado en tul azul.  Desapareció con tanta agilidad como saltaba.
            Pero cuando le pregunto si es usted un ángel, lo hago en sentido figurativo. Es decir: ¿es bueno, hace el bien, ama a sus seres queridos, respeta y honra a los demás?  Sé que no basta con ser bueno, o creerse bueno, hay que demostrarlo, hay que comportarse como tal, hay que sentir que somos hijos de Dios, y que Él vive en nosotros y somos su manifestación en este plano terrenal. Y que Él es nuestro Salvador.  Mucha gente piensa que es buena, pero odia, o siente rencor por alguien que en el pasado le ofendió.  Otros son indiferentes, van por el mundo sin contribuir con sus acciones a eso que llamamos un ser bueno y noble. La bondad se aprende, y debe practicarse. El amor se aprende y debe ser la fuente de todas nuestras acciones.  Los que no muestran respecto por los suyos, los que desde muy temprano en la vida no aprenden a dar amor y a recibirlo, no alcanzarán jamás la madurez espiritual.
            Buenos, pero odiadores; buenos, pero rencorosos; buenos pero capaces de traicionar, de engañar, de decir mentiras. "Yo perdono pero no olvido", repiten muchos. ¿Los estoy retratando?  Otros se creen buenos pero maltratan a los animales o sencillamente, no saludan ni al vecino.  Los peores son aquellos que llamándose creyentes niegan a Dios con sus acciones.
    Y volviendo al tema de los ángeles: si por causalidad invoca usted a su ángel de la guarda para que lo saque de un aprieto, recuerde que es Dios quien lo mantiene ahí a su lado, día y noche, y que como dice el Evangelio, nadie llega al Padre sino a través del Hijo, de Jesús. Pídale a Él y deje a su ángel en paz. Sea bueno de corazón, y ore para que no lo pierda el demonio, para que no le confunda la mente y le haga escoger iniquidad. Aspire a heredar la vida eterna, viviendo una vida terrenal llena de amor y respeto por todos, empezando por usted mismo.

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Les invito a que me visiten en mi blog: http://www.belkiscentrodeesperanza.blogspot.com

Las buenas noticias
Belkis Cuza Malé
        Tengo que reconocer, no sin cierta vergüenza, que a diario me asaltan las malas noticias. Están ahí, a la vista, y llegan y se acomodan ante mis ojos. A veces son hechos  abominables que suceden; otras, noticias de guerra en cualquier lugar remoto, o catástrofes naturales a la orden del día.
        Una gran cantidad de gente "vive". sin embargo, de las malas noticias. Es decir, trabaja en el sector periodístico, y no sé qué se harían si no hubiera nada alarmante que comentar, o sobre lo que escribir. Y fotógrafos y camarógrafos perderian sus fuentes de ingresos si no existieran las malas noticias.  Porque lamentablemente la gente no se sacia nunca con ellas, miran los noticieros como águilas sobre la presa: a quién mataron, qué guerra está abocada, qué nueva epidemia nos espera, cuántos terremotos habrán, cuántas inundaciones, incendios forestales, volcanes que eruptarán, o mares que se tragarán embarcaciones y gente.
        Pero las malas noticias siguen siendo populares. no hay remedio, y  ya forman parte del divertimento de las grandes audiencias. Quizás porque nos han acostumbrado a recibirlas ahora con la velocidad del rayo.  Acabo de abrir The New York Times, y leo que falleció hace unas horas el protagonista de The Sopranos, esa serie de televisión que nunca vi pero que se popularizó hace unos años y fue premiada. Por supuesto, era acerca de mafiosos y asesinatos y cosas así. Temas que subyugan al público.
        En la época de mi madre, cuando ella era joven, lo que estaba de moda eran las películas de Shirley Temple y las comedias de El Gordo y el Flaco.  Y ella, que no iba entonces mucho al cine, nos hablaba de la época maravillosa del cine mudo, aunque apenas si alcanzó a ver alguna de esas películas.  Años después se aficionó a las películas mexicanas y argentinas, aunque, a pesar suyo, la mayoría eran trágicas. Así y todo mis hermanos y yo la acompañábamos a las tandas de la tarde.  Mi madre, que le tenía pánico a la vida, a sus tragedias, no podía sin embargo  evitar contemplarlas en esas películas que eran su´única distracción..
        Hoy día la violencia ha escalado en la vida de todos nosotros, y se han popularizado los hechos más espantosos.  La crudeza del cine y la televisión nos hacen temblar, aunque los aficionados a estos temas abundan y los disfrutan, El vocabulario ofensivo, las cámaras indiscretas recogiendo sin pudor alguno escenas de sexo o crímenes, nos hacen ya de acero ante la tragedia.  El mundo  se ha ido convirtiendo en algo mucho más feo en los últimos treinta años. No hay más que escuchar algunas letras de canciones. ¿Hacia dónde vamos?. La segunda venida de Jesucristo tiene que estar cerca. La Biblia nos señala que estos tiempos ya han sido profetizados.
        Pero, mis queridos lectores, a pesar de la carga negativa que recorre el mundo, como cristianos nuestro deber es proclamar el Reino de Dios, y  ayudar a consolidarlo en nuestra vida terrenal.  El mundo de seguro está cambiando, pero nosotros debemos mantenernos firmes en la fe en Cristo, y llevar prendidos en el corazón, con letras de oro, el Salmo 91.  No sé si se los he dicho, pero hace muchos años, antes de que ocurriese el atentado a las torres gemelas de New York, recibí la encomienda, por parte del ESpíritu Santo, de repartir el Salmo 91 a todo el que entrara a mi casa o yo conociera. 
        Si queremos cambiar nuestro entorno  -- ese pequeño mundo interior que nos pertenece cuando cerramos la puerta de la calle--, tendremos que comenzar a proclamar el amor de Dios por nosotros.  Tendremos que aprender a vivir sin temor, depositando todas nuestras cargas y angustias en el Señor, y cuando nos azoten los miedos, cuando el Maligno toque a la puerta, cuando nos envíe los ataques de pánico, o comiencen los problemas, nada nos perturbe, como dice Santa Teresa de Jesús, esa mujer que no separó a Dios de la vida cotidiana, que enclaustrada como estaba le dio vida eterna a la vida cocinando y escribiendo versos maravillosos.
        Si usted no es de las que gustan de cocinar o no escribe versos, le recomiendo otras tareas fabulosas para ahuyentar al Maligno de su vida y de la vida de su familia: abra la Biblia y léala, ore en voz alta, cante y alabe a Dios. La sangre de Cristo la ha redimido, a usted y a los suyos.  No permita que le tumben la puerta de su hogar, apague la televisión y y en lo adelante escoja con mucho cuidado las películas que verán, los programas y la música que consumirán.  Sus vidas cambiarán para siempre.  Y el Cielo los compensará. 
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jueves, 24 de enero de 2013

La parábola del Volvo 740

Belkis Cuza Malé

Desde hace años tengo un antiguo automóvil con fama de ser de una resistencia a toda prueba. Los que me conocen saben que soy una entusiasta de mi Volvo 740, fabricado en Alemania hace 22 años, por la compañía sueca que le da nombre.  Un carro que se ha dado en llamar clásico, especialmente el 740, pues según he leído su motor se construyó con un material resistente que no ha vuelto a usarse en los otros de la misma marca. Y hasta hace unos años era símbolo de extravagancia entre algunos ricos que se preciaban de andar en un Volvo 740. Incluso llegué a leer que Ingvar Kamprad, fundador  de la famosa IKEA (también una fábrica sueca) y uno de los siete hombres más ricos del mundo, andaba todo el tiempo en uno, a pesar de que en 1992, hace ya más de dos décadas, dejaron de fabricarse. 
    Pues bien, en diciembre pasado, el día de Nochebuena, el Volvo se paró de súbito mientras yo venía manejando por la University Drive, cerca de la calle Vickerie. Fue uno de esos momentos que no se lo deseo a nadie, porque sólo un ángel puede hacer que estemos a salvo de un accidente.  Y así pasó: gracias al salmo 91 que siempre me acompaña, pude hacer que el auto alcanzara la calle Vickerie y se detuviese sin mayores consecuencias: "El que vive al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente", ¿recuerdan estos versos?. 
    Entonces salí del carro e hice señales a los que se acercaban, pero ninguno se detuvo.  Al fin alguien paró. La pasajera bajó la ventanilla y me preguntó qué pasaba, luego consultó con la otra joven que iba al volante, y finalmente me dijo que sí, que me llevaban hasta mi casa, a unas dos millas de allí.  Cuando regresé al carro por un par de bolsas del mercado, vi que el auto de las jóvenes mujeres partía veloz sin que se hubiesen dignado darme una excusa. Por un minuto me sentí frustrada y nerviosa.  Mi teléfono celular se estaba descargando a toda prisa y yo necesitaba salir de allí cuanto antes.
    De modo que le hice señas a un auto que se acercaba. Una señora muy elegante, más bien gruesa y de mediana edad, me hablaba ahora indagando lo que pasaba.  De pronto descubrí que tenía que ser una mujer muy rica, pues todo lo que la rodeaba así lo sugería, además del lujoso vehículo.  Le expliqué mi problema y mi inquietud por el teléfono que se descargaba.  Me miró como escudriñándome y fue entonces que la oí decir: "Yo no te puedo subir a mi auto, pero dame un número de teléfono al que quieras que llame para que venga alguien por ti". La miré con tristeza y tras darle las gracias le dije que no, que siguiera, que ya me las arreglaría.  Aliviada de seguro por no verse mezclada en mi problema, partió rauda, sin despedirse.
      Ya a punto de la desesperación, vi que un auto se detenía a mi lado. La sonrisa amable de la dueña me devolvió la calma: durante el breve tramo la mujer se mostró comunicativa y me preguntó si me gustaba el pop corn,  motivo por el que había salido de su casa a comprar el maiz.  El  automóvil era sin duda el de una joven madre, pues había juguetes por todos lados. Cuando me dejó al frente de mi casa me deseó unas felices Navidades y escribió su teléfono en un papelito. Le di las gracias y le ofrecí mi amistad. 
        Cuando todo hubo pasado y otra amiga hizo posible que el Volvo regresara a casa, medité sobre aquella experiencia, sobre aquellas mujeres tan distintas entre sí.  Las dos jóvenes del primer carro, la señora rica del segundo, y la joven madre del tercero. No necesitaba más para conocer el alma de estas mujeres. La vida de cada una de ellas. Es posible que las dos primeras asistan los domingos a una iglesia, que oren de vez en cuando, que se digan cristianas.  Pero, ¿lo son en realidad?  Llego incluso a pensar que el espíritu de desunión que prevaleció en las dueñas de los dos primeros autos se acentuaba ante el hecho de que mi Volvo era viejo, algo imperdonable para cierta gente de hoy que vive de las apariencias.
        La joven madre, en cambio, estaba llena de bondad y simpatía hacia mi problema y había respondido como una persona de buenos sentimientos auxiliando a otra mujer que en plena calle, y con un auto roto, pide ayuda. Y precisamente en un día de Nochebuena. 
       Dios nos da muchas oportunidades, pero aquellas dos jóvenes --tan tontas y crueles--si se quiere, y la señora rica, dejaron pasar por esta vez la del precioso día en que se espera el nacimiento de Cristo.
        Una parábola moderna que ojalá le sirva a otros.

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martes, 1 de enero de 2013


MIS PROFECÍAS PARA 2013

Belkis Cuza Malé

Como la tempestad que se levantó en el mar y cuyas olas cubrían la barca, mientras Jesús dormía, y sus discípulos atemorizados le pedían que los salvara, así será ahora y por siempre, nuestra lección cuando estemos al borde del abismo. Hablar a los vientos y al mar, reprendiéndolos, como hizo Jesús, para que cesen y haya una gran bonanza, como dice el evangelio de Mateo. Es la primera lección de este año 2013. 
Temprano en el día, el Espíritu que hay en mí, el Espíritu de Dios, gritó estas tres palabras: "!Fuego, fuego, fuego!!", y como yo me asustase y quise saber, El continuó diciendo: "En el pozo". !Es el fuego de Dios!
Volvamos pues a las murallas, a las fortalezas, que se alzan al pie de las rocas, no lejos de donde nació Constantinopla, no lejos del Edén.  ?Saben ustedes dónde está el Edén?  Pues dentro de nosotros hay un edén que espera. Lo hemos destruido para dar paso a esto que llamamos progreso. Pero renacerá, un Edén sin condena.
Conspiraciones mayores para derrotar al Santo. Vuelven los militares, cesa el poder de los antiguos.
Usurpan la victoria a esos que en tiempos pasados, de la Biblia, ocupaban el territorio albino.
Muere asesinado "el prisionero de Zenda". Al contrario del personaje de la famosa novela, llevada al cine en varias ocasiones.
Joven de familia aristocrática trastorna la vida de los británicos.
Se unen el norte y el sur en la ciudad de Angola contra ciertos invasores.
Egipto al borde del abismo, sin riendas, como un caballo desbocado.
En la tierra de los muros, no lejos del sol, con vientos helados que recuerdan a la Antártida, se inunda Quera.
Abanico de preguntas y respuestas sobre la situación de China.  El gobierno cede a las presiones y se abren al mundo. Pero pierden hegemonía, y pierden negocios extranjeros.
Estados Unidos impone sanciones o medidas a los que permanezcan llevándose los empleos fuera de su territorio. Subirán los impuestos para aquéllos que insistan en mantener la producción en China.
Se avizora la decadencia de Europa, en medio de la crisis. Meses de muchas restricciones y leyes absurdas intentando salvar lo insalvable.  La violencia sale a las calles en algunas capitales europeas y se impone la fuerza. Muerte y desolación.  Especialmente en los países del Este.
Rusia sobrevive chantajeando, aliado a lo peor, de nuevo.
Matahari y el fantasma de Eva Perón sacuden a Argentina.
Cuba siniestra, triste, sola, llena de miseria no encuentra ya respaldo de nadie. Mueren en ola los gobernantes, y también alguién con gloria pasada, pero el pueblo no reacciona, no puede, y menos el nuevo gobierno formado por plebeyos, pues el Rey ha muerto y nadie sabe dónde está la cabeza.  Juicio de última hora a los legítimos dueños del bastión.
No habrá que esperar mucho para ver los cambios, no los de Raúl Castro, ni los de su hija Mariela, sino los de la voluntad de Dios, en los alrededores de marzo.  Año de la desolación en la Isla. Vuelan a otro sitio los jefes. Lucha intestina. Marzo cruel.
Maremoto en Orlando, Florida.
Cenizas y fuerte terremoto en Quito, hasta que caen montañas.
Una amnistía para los indocumentados en Estados Unidos se hará ley, aunque el precio será alto.
La clave de ciertos códigos genéticos harán realidad un sueño: se descubrirá el flagelo mayor de la humanidad: las células cancerosas dejarán de reproducirse en los organismos atacados.
Agua en la luna.
Peces y manantiales secretos en Marte.
Una ciudad del Oriente, con gran monumento histórico, declara la guerra a su antiguo aliado.
Aparecen documentos en torno al Presidente Kennedy que desatarán nueva polémica.
La televisión perderá su hegemonía y en su lugar aparecerá un nuevo aparato que hará obsoleto el uso del cable y otras conexiones.
Agua, grandes pozos de agua descubiertos en Golán.
El Principe Carlos de Inglaterra internado de urgencia, trasplante de hígado u otro órgano.
Las estrellas alumbran el paso de alguien nuevo en el panorama. Un político, más conocido por sus habilidades histriónicas, hombre de mundo, y mucho dinero. Saldrá a defender el legado de alguien que lo apadrinó en el pasado. Ahora en el Senado de Estados Unidos.
Juicio a todopoderoso acusado de malversar el dinero ajeno, y encerrado de por vida en Europa.
Chile cruza los mares.
Vuelve el pasado: asomo de comunismo en cierto país europeo ahora en crisis. Toman el poder de nuevo los extremistas. 
Estados Unidos se balancea como esa nave en medio de la tormenta y su economía parece renacer, aunque algunos no lo perciban así. Alianza de los demócratas y los republicanos en un solo punto: el enemigo del país.
Afganistán asume nuevo gobierno y nuevo mando y se retiran las fuerzas extranjeras.
México busca nuevas y fuertes alianzas con Estados Unidos, especialmente en temas de inmigración y economía.
Quiebra en el Capitolio de Estados Unidos.
Al final del año se implementarán nuevas leyes que protejan la economía de este país, y un sistema de medicina para las clases más pobres, que no será el Obamacare.
Cuba y Estados Unidos seguirán sin relaciones formales, y así continuarán hasta que los Castro no desaparezcan del poder. 
Un año para expíar penas, para saldar deudas y ganar en el plano espiritual.  Un año donde habremos de "reunir todas las cosas en Cristo..., las que están en los cielos, como las que están en la tierra".
Demos gloria a Dios, que nos proteje contra la maldad de los impíos, que alumbra cada mañana con luz eterna y cada noche nos cobija bajo su manto.
El 2013 es año de Dios.

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domingo, 25 de noviembre de 2012

 La soledad
 
Belkis Cuza Malé
 
        A decir verdad, desde que nací hasta que salí en abril de 1979 de Cuba, mi patria de origen, nunca oí a nadie quejarse de sentirse solo.  Pensarán que estoy diciendo una tontería, pero quiero que me crean, no tengo por qué mentirles: la soledad se me hizo patente cuando viviendo ya en este país le oi decir a un amigo que se sentía muy solo.
        En realidad lo estaba. Pasaba de los sesenta, vivía solo en un pequeño apartamento en el ático de una antigua casa de madera en la ciudad de Elizabeth, New Jersey, y su hija, aunque residía también en la ciudad, no estaba con él. Nuestro amigo era un lector empedernido, y también un fumador de esos que se rodean de una nube de humo el santo día.  Los sábados, Alberto, que así se llamaba él, tomaba  temprano el tren para venir a visitarnos. Ese trayecto de una hora, que lo llevaba hasta Princeton, donde residíamos entonces, y que mi esposo lo esperara en la estación, eran para él su única alegría.  Estaba en casa hasta el domingo, y durante todo ese tiempo no cesaba yo de leerle en voz alta mis artículos o cualquier capítulo de esos libros que entonces estaban en proceso de escritura y que él degustaba con verdadero placer.  Eso, entre descansos concedidos para yo preparar la comida, y que él aprovechaba para tomarse sus copas de vino, y fumarse sus incansables cigarrillos (gracias a Dios, en el jardín o en el patio).
        Fue a él a quien primero oí hablar de la soledad que padecía:  "Tú no sabes lo que es levantarse solo, comer solo, e irse a dormir solo", decía mientras ponía cara triste.
        Hasta entonces, pensaba que Alberto se sentía realizado, y el hombre más feliz de la tierra, porque aunque viudo hacía años, necesitaba de esa soledad para leer todo lo que leía, para fumarse sus cigarrillos y beberse sus vasos de vino. ¿Cómo y por qué sentirse solo si tenía relativamente cerca a su hija y a su nieto, si nos tenía a nosotros, sus amigos de toda una vida, con los que podía compartir alegrías y penas?
        Sin duda, bebía para alejar esa soledad de su espíritu, para divagar y levantar el ánimo y quizás sentirse un poco feliz con la sangre alborotada por el alcohol. Lo terrible era saber que no podíamos hacer nada para remediar su soledad, porque la pena iba por dentro, ese espíritu de soledad que lo acompañaba lo mortificaría siempre, a menos que él encontrase la razón de vivir en Dios.
        Pero nuestro amigo era una de esas personas que dudan de todo lo que no pueden ver con sus ojos físicos.  Para él Dios castigaba, si existia, y por eso su esposa había muerto relativamente joven, decía, y lo estaba castigando a él porque había tenido que dejar su isla preciosa para vivir encaramado en un ático, en una ciudad industrial, fría y monótona, con gentes que hablaban una lengua que él apenas si entendía.
        Un día se volvió a casar, para asegurarse de que tendría compañía en la vejez, pero no tardó mucho en divorciarse por incompatibilidad de caracteres.  Y luego, al cabo de un año contrajo de nuevo matrimonio, esta vez con una señora colombiana con la que parecía sentirse a gusto.  Hasta su muerte, ocurrida en enero de 1995 a consecuencias de un ataque al corazón, no dejó nunca de sentirse solo.  Y es óbvia la razón: nunca buscó ni encontró a Dios.
        Sé que algunos de los que me leen van a contradecirme, van a responder que creen en Dios, asisten los domingos a la iglesia, pero continúan sintiéndose solos.  Hombres y mujeres. Y no lo dudo, sencillamente creen en un dios habitando muy lejos, en el cielo, sólo eso, muy apartado de todos nosotros. Un dios que castiga y no hace caso de nuestras súplicas. !Qué equivocados!
        Ese dios no es el mismo que está dentro de cada uno de nosotros, ése es un dios inerte, de fotografía. Dios, bien dice el Evangelio de San Juan 1:4: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres".
        Sí, en Dios está la vida, es decir, todo: nuestra misión y nuestra sabiduría para encontrar la razón de nuestra existencia.  Caemos en el vacío existencial cuando opacamos a Dios, cuando olvidamos que éste envió a su hijo, que se hizo carne en Jesús, para redimirnos del pecado y de la muerte.  Y que nacimos con él de nuevo cuando él resucitó. Jesús es nuestro Salvador y no habrá aspereza de este mundo, ni dolor, ni pena, ni soledad que no se pueda vencer con él.
        La soledad de nuestro amigo Alberto hubiera tenido fin sólo con buscar a Dios, con encontrar a Jesús y hacer suyos los versos que nos recuerdan que con Cristo todo lo podemos, pues nos fortalece. 
       Estamos ya acercándonos a la Navidad, y para algunos es tiempo no de regocijo, sino de tristeza y de soledad.  Si Cristo no está presente en sus vidas, poco podrán hacer el dinero, las fiestas, la familia, el intercambio de regalos, las luces de los arbolitos y el tintineo de campanas.  Así sean ricos o pobres, les faltará lo esencial: la fe en Dios, el reconocer que con su fuerza poderosa y sus bendiciones, no hay soledad posible.
        Si ese es su caso, amigo lector, dejé que Dios, como dice el Profeta Isaías anunciando la llegada del Mesías, ponga su Espíritu sobre usted. Abandone ese espíritu de egoismo que lo hace sentirse solo. No viva para regodearse en su tristeza, pregúntese quién lo necesita, quién necesita que usted le dé una mano. Haga que Jesús esté más vivo que nunca dentro de usted. Recuerde que Dios es amor. Reparta amor.
        Muchas bendiciones, en el nombre de Jesús.
 
Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al  (786) 975-5709  y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.
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