sábado, 27 de agosto de 2011

Belkis Cuza Malé

Vivimos tiempos difíciles. no necesito decírlo. El cine y la televisión se encargan a diario de recordarnos que el mundo no es lo que era hace ni siquiera dos décadas. El terrorismo y las drogas han minado nuestras vidas. Ya no somos los mismos, habría que decir.
No es nuevo, repito. Jesucristo lo dijo muy claramente que El no era el dueño del mundo, que el dueño del mundo era el Demonio. Y los que sirven a este mundo lo son también. Es decir, la gente que sólo vive pendiente de las cosas materiales, que no tiene una moral firme, que es deshonesta, que ama la intriga, y no le importa engañar y hacer maldades está sirviendo al
Demonio,
a las fuerzas negativas. No es necesario ser un asesino para servir a las fuerzas del mal. Mucha gente le sirve de manera involuntaria, hasta esos que maltratan a los animales, o se pelean constantemente con sus vecinos. Otros, beben, hacen drogas o engañan a su pareja. Todos sirven, de un modo u otro, a las fuerzas del mal.
¿Qué está sucediendo que todo ha cambiado tan súbitamente? ¿Eran mejores las generaciones pasadas? ¿Había más amor en este mundo? Quizás estemos pasando por un período difícil de la humanidad, con demasiado desamor. Desamor hacia nosotros mismos. Desamor a todo lo espiritual y apego a lo material.Tamaño de fuente
Para los que no han vivido la experiencia, les cuento que cuando un país cae bajo la tiranía del comunismo el ciudadano se ve obligado a abrazar la filosofía materialista, a adjurar de Dios y de todos los valores que como occidentales disfrutamos: libertad de expresión, libertad de prensa, libertad de elegir un presidente. Estas cosas que han formado parte de la civilización brillan por su ausencia en un país comunista. Y Dios se convierte en el primer exiliado, pues lo expulsan del país. y el comunismo, al igual que el fascismo, es un mal del siglo XX, ése que hace poco dejamos atrás.
Estas son las plagas del siglo XX --y también del actual XXI--, que se han cobrado miles y miles de víctimas. Y esa misma falta de amor nos está llevando a la locura, a los divorcios, a las enemistades, al racismo y a cuanta mala energía se despliegue hoy día en las noticias.
El amor comienza por casa, por el respeto y la consideración al otro, por la atención adecuada a los miembros de la familia. Un hogar limpio, donde se sirva la comida a la mesa y se sienten todos a ésta, donde los hijos obedezcan a los padres y los padres
siembren la semilla del amor y el respeto en sus hijos no puede fallar, no puede más que hacer de estas criaturas ciudadanos de primera, es decir, gente amorosa para con ellos y con los demás seres humanos.
La siembra del amor resultará en una cosecha abundante de buenas cosas. El amor es una manifestación en menor escala del que siente Dios por cada uno de sus hijos. Un regalo a los seres humanos que muchos han dejado de apreciar.
Cada día son más los divorcios, que aumentan como plagas en nuestra sociedad. Y son más las familias desintegradas porque la madre trabaja un largo horario, y ya nadie se sienta a la mesa a comer en familia, y hasta el padre ha desaparecido de la escena.
El trabajo se intensifica porque se necesita el dinero para comprar cientos de cosas que luego tirarán a la basura sin compasión, para ir y comprar otros más nuevos, y así hasta el infinito. Esta es la falta de amor hasta por las cosas que tanto trabajo nos costaron obtenerlas, porque todo se desecha por falta de amor. Ya nadie repara nada, ni un radio ni un televisor. Menos un teléfono o una licuadora. A la basura, a la primera dificultad. Y acto seguido nos vamos a la tienda por uno nuevo.
Si la gente no se ama, si no regresamos al amor, si las parejas no se respetan, el mundo se irá en picada, cada día más y más. No sólo no está de moda amarse los unos a los otros, sino amar a Dios. Los creyentes son tildados de la peor manera y lo que reina es la vulgaridad y lo que aumenta son los que desafían las leyes del amor y la convivencia.
Dios es Amor, Dios es luz. Volvamos a Dios, salgamos de las tinieblas antes de que sea demasiado tarde.

Nota: Les invito a que me comenten este artículo y me llamen para compartir sus emociones, problemas y sufrimientos. Oraré por ustedes, y si lo desean les hablaré las palabras proféticas que tenga para cada uno. Dios los ama, recuerden.
Llámeme a cualquier hora al (786) 975-5709. O escríbanme a BelkisBell@Aol.com. . Gracias y bendiciones.

viernes, 5 de agosto de 2011

¿Somos hijos de la luz o de las sombras?

Belkis Cuza Malé

"El amor de Cristo excede a todo conocimiento", dice el Apostal Pablo en su Epístola a los Efesios. Y esto significa que somos incapaces de conocer a profundidad cuánto nos ama el Señor, porque su amor es tan inmenso que va más allá de cielo y tierra. Por eso no debemos dudar en ningún momento que siendo parte de su cuerpo, de su gloria, podamos alcanzar una vida plena, llena de sus dones. Porque es Dios nuestro único proveedor, no un empleador o una compañía. Dios nos sostiene, nos da el alimento, como a los pájaros; nos viste con su luz y nos pr
otege con su escudo. Junto a nosotros caminan los ángeles que El nos envía, especialmente el Angel de la Guarda, siempre a nuestro lado, para que "nuestro pie no tropiece en piedra", como dice el Salmo 91. Pero, amigos, la luz de Dios es una irradiación distinta a la luz del día, o de las estrellas. Es una luz divina, como un manto poderoso que crea en nosotros el motor que nos da vida, que nos mueve y nos convierte en su soldado. Porque somos soldados en Cristo, como también le gustaba decir al Apostol Pablo. Y no, no estaba hablando de ninguna guerra, ni de matar a nadie por nuestras ideas. Que de eso no trata jamás Dios, porque Dios es Amor, y que quede bien claro. Dios perdona hasta a los asesinos más crueles si al final se arrepienten sinceramente. El corazón de Dios es un pozo infinito de bondad y Amor, un corazón a todo dar, como el que vemos en esos cuadros familiares del Sagrado Corazón. Abierto para recibirnos dentro, para cobijarnos como hijos temerosos que a veces somos, para consolarnos o ayudarnos a recobrar la Fe, la Esperanza y la Caridad. Hijos de la luz serán aquellos que vivan en Cristo, que caminen con El, que vayan de su mano a todas partes y lleven una vida decente. Que lo pongan todo en manos de Dios, que se repitan a diario: Confío en Dios.
| ¿Y qué es una vida decente hoy día, donde los valores morales están de cabeza, donde la inmoralidad es rampante, y la pureza y el pudor se han convertido en virtudes antiguas, achacadas tan sólo a los viejos y a los pasados de moda? ¿Es que puede llamarse moral a los códigos por los que muchos jóvenes y no tan jóvenes viven? No voy a atacar a nadie en particular, pero debo decir aquí que si quieren vivir bajo la luz de Dios, bajo su lámpara de millones de voltios, tienen que abandonar el pecado, la inmoralidad, la falta de respeto y el vocabulario chavacano que acompaña hoy día al mundo, a sus canciones, a sus expresiones populares.
El sexo, por ejemplo, es sagrado y privado, pero la vulgaridad se ha entronizado en todas partes. El vestuario de muchas mujeres (y hombres) es sencillamente escandaloso, no sólo decadente, sino de mal gusto. Enseñar el cuerpo en forma descarnada, en poses de prostitutas/prostitutos es sencillamente grostesco. Y no puede calificarse de sexy, sino de cosa vulgar. Lo sexy tendría que ser algo hermoso también, nunca chavacano. Sexy era Marilyn Monroe sin ser grosera. Su belleza se ha eternizado por la delicadeza que exhibía, incluso en sus pocos desnudos hechos para un calendario.
Por eso, los que llevan luz, los que se consideran hijos de la luz, tienen el privilegio de la felicidad y la prosperidad. Y de poseer salud, física y espiritual.
La mayoría de las enfermedades actuales son producto del p
ecado que reina en sus mentes, en sus cuerpos. Porque toda enfermedad se origina en el espíritu y busca una salida a través del cuerpo. Recuerden que somos un espíritu viviendo en un cuerpo.
Mis queridos lectores, si quieren ser hijos de la luz, si quieren que el Espíritu Santo habite en ustedes, en sus cuerpos, y tengan el poder de remover todo lo negativo, lo insano, lo feo y lo vulgar, tienen que leer la palabra de Dios, volver a Cristo, renovar su Fe, y anclar en la oración. No se puede vivir sin luz, porque la luz es el alimento del alma.
Los que quieran la salvación aquí en este plano terrenal y luego en la otra vida, tienen que dar un paso adelante y sacar de sus vidas todas las excrecencias, todo eso que está destruyéndolos, y cuyo futuro será bien la cárcel o la tumba prematura. Libérense especialmente de las drogas y el alcohol. Aléjense de la inmoralidad sexual.
"Para que habite Cristo por la fe en vuestro corazones", como dice el Apostol Pablo, hay que trabajar duro, luchar contra la perversión del mundo. Luchar con Amor y mucha paciencia y mucha oración. Sólo así seremos ricos, bellos y buenos: Hijos de la Luz.

Nota:
Les invito a que me comenten este artículo y me llamen para compartir sus emociones, problemas y sufrimientos. Oraré por ustedes, y si lo desean les hablaré las palabras proféticas que tenga para cada uno. Dios los ama, recuerden.
Llámeme a cualquier hora al (786) 975-5709. O escríbanme a BelkisBell@Aol.com.
. Gracias y bendiciones.