Un tesoro: el hogar
Belkis Cuza Malé
Una de las cosas que más ayuda a crear un hogar --ese
espacio con sentido de permanencia--, es la idea de que el tiempo no existe, de
que no pasará, de que la vida seguirá su curso de modo natural, y una vez
formada la familia, ésta crecerá y crecerá como un árbol, ramas aquí y
allá.
Acabo de leer algo que me hace pensar. Dice el pastor
Guillermo Maldonado que "La meta del diablo es empujarte a pensar dentro de
los términos de tiempo". Y que nuestras tribulaciones no tendrán fin. Si
aplicamos esto a la idea del hogar con la visión pesimista de que todo acaba, de
lo éfimero de la vida, gobernada por el paso del tiempo; de que aquel sitio se
desmoronará como una montaña de arena, nadie se atrevería a formar una familia.
El tiempo es una dimensión lineal, pero Dios nos ha
dado el regalo de las otras dimensiones espirituales, aquellas donde no existen
ni el tiempo ni la muerte. Los que han resucitado en Cristo saben de qué estoy
hablando, los que nacieron a la nueva vida cuando él regresó y mostró sus llagas
al entonces incrédulo Tomás, lo pueden afirmar sin miedo a equivocarse: la
eternidad existe.
Un hogar es un refugio donde nos encontramos a salvo
de todo si allí mora también Dios, si su esencia y su presencia nos acompañan.
Es esa energía divina que se siente desde que ponemos los pies en el sitio, y
donde nos sabemos envueltos en la fragancia de lo espiritual. Hay casas y hay
hogares.
Las casas ocupadas por aquéllos que no conocen a
Dios, están a mansalva de las inclemencias, de los fenómenos naturales, de todo
tipo de problemas. Sus habitantes se sienten ansiosos dentro de aquellas
paredes, no encuentran placer en permanecer largo rato a solas con ellos mismos,
se aburren, les acosa la nostalgia, la tristeza. No se han dado cuenta aún de
que aquello no es un hogar, aunque los moradores tengan vida independiente, no
se reunan para celebrar las fechas tradicionales, no se sienten a la mesa
familiar, ni tengan interés en la decoración del sitio, pues incluso comen y
beben en platos y vasos de cartón, para no tener que pasar tiempo en las labores
de limpíeza, esas mismas labores domésticas que deberían ser compartidas
por todos los miembros de la familia.
Los hogares, en cambio, son un tesoro de incalculable
valor, donde reina Dios y donde los padres hacen un nido, como los pájaros, para
criar a sus hijos. Un sitio gobernado por la fuerza del amor, el respeto y la
disciplina, donde el control está compartido por esa pareja que ha decidido
recrear lo que conocemos como "la sagrada familia". No importa que algunos
piensen que los tiempos han cambiado, que la vida moderna ya no necesita de esta
institución a la que otros consideran arcaica. El hogar vivirá por siempre
mientras haya sobre el planeta gente capaz de compartir su amor con su
familia.
Se acerca el Día de Dar Gracias a Dios. Muchos no
tienen idea de la significación de la fecha, ni la perciben como un
acontecimiento importante, como lo es celebrar en familia un ritual de comunión
con nuestro Creador. No han de faltar en ese día ni los manjares ni las gracias
por todo lo que Dios nos ha dado, especialmente si hemos llegado a este país
desde otras tierras, y hemos tenido que comenzar de nuevo, levantar nuestros
hogares en medio de la inseguridad y el desasosiego.
"Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan
los que la edifican", dice el Salmo 127. Así que deje que Dios construya su
casa, y conviértala usted en un precioso hogar.
Nota:
Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor,
solos, sin trabajo y
esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al (786) 975-5709 y oraré con
ustedes. Y les daré
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enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.
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