Señorita corazones solitarios
Belkis Cuza Malé
En 1933 un joven escritor llamado Nathanael West publicó una novela cuyo
sugestivo título quedó grabado para siempre en la mente de muchos
norteamericanos de la época. West muríó junto con su esposa en un accidente
automovilístico siete años después y aunque fue un innovador en el campo
literario, tal parecería que lo único que le sobrevivió fue el título de su
novela, ese Señorita corazones solitarios. Años
después se hizo famosa en los periódicos de este país una columna sindicada bajo
ese título, y recuerdo que un periódico de La Habana, a finales de los
cincuenta, la publicaba en español donde el autor (no me pregunten el nombre,
porque no lo recuerdo), daba consejos a todo el que le escribiera,
principalmente a las muchachas desesperadas que solicitaban ayuda con sus
problemas amorosos.
En esa época todavía no se hablaba en la prensa sobre sexo o
intimidades entre parejas, pero el autor de la columna era muy popular porque
aconsejaba sobre toda clase de temas: fracasos sentimentales, divorcios, y
claro, sobre la soledad y la depresión.
Holy día, aunque los columnistas han incorporado los problemas
sexuales y se escribe abiertamente sobre temas hasta hace unas décadas tabús, la
soledad y la depresión siguen ocupando un espacio primordial en los problemas de
hombres y mujeres. Y no estamos hablando de la soledad en ancianos o personas
que no comparten su vida con una pareja. Sino de los jóvenes que se sienten
solos, que buscan compañía donde no deberían, que toman drogas para escapar de
la soledad o porque no saben salir de la depresión.
Señoritas y señoritos corazones solitarios pidiendo a gritos amor:
amor de familia, amor romántico o amor hacia ellos mismos. Señoritas y
señoritos que en la época de la revolución tecnológica, con un teléfono celular
en el bolsillo, se sienten irremediablemente solos, perdidos. Señoritas y
señoritos que no gustando de su piel se llenan el cuerpo de tatuajes con
mensajes oscuros, a veces siniestros. Mensajes que claman a gritos también por
el amor y la compañía que no tienen. Señoritas y señoritos que se perforan los
labios, la lengua, las orejas, y hasta las partes íntimas de sus cuerpos con
aretes y metales como lo hacen los primitivos habitantes de las tribus. Símbolos
decadentes de una sociedad en quiebra, de un mundo donde reina el Maligno, donde
los valores morales y, hasta los estéticos, están en franca retirada. Un mundo
lleno de violencia. Un mundo que grita su soledad y su angustia, sin que sepa
cómo salir del atolladero en que se encuentra.
Han perdido las huellas de Dios, el camino que los lleva a su
encuentro, y en su lugar les han abierto las puertas al Demonio. Así de simple
y terrible.
Algunos que me lean pensaran que es ridículo hablar del Demonio en
estos tiempos. cuando el ser humano ha logrado conquistar planos superiores de
inteligencia, cuando ya hemos pisado la luna y nos dirigimos a Marte. ¿Quién es
el Demonio, qué rostro tiene, cómo podemos reconocerlo? ¿Acaso es ese tipo
vestido de rojo de la cabeza a los píes, con un tridente en la mano para
echarnos en su caldera? No, el Demonio hoy se viste con trajes de diseñadores,
Prada o Ralph Laurent, o cualquier otro, y bebe champange en finas
copas de bacarat. Juega a la bolsa y por supuesto, está en Facebook, como todos
nosotros.
Cuando la soledad se instala en el alma, cuando no vemos salida,
cuando la depresión nos invade como una plaga de mosquitos, cuando la angustia
existencial nos atrapa con sus garras, tenemos que hacerle frente del único modo
posible: orando, pidiéndole al Señor Jesucristo que nos libre de todo mal, que
nos ayude a sobrepasar la crisis. Volviendo a Dios, a su Palabra. Oyéndolo
cuando nos habla.
El miedo es un arma del Demonio, un dardo que no sabemos cómo controlar
a fin de que no nos toque. Pero el miedo persiste, está ahí, nos hace temblar,
nos da palpitaciones, y las manos nos sudan: miedo a estar solos, miedo a la
vida, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte, miedo a la miseria, al
desamparo, a lo desconocido. Miedo, miedo, miedo a todo.
Una cosa es estar solo y otra sentirse solo. Nunca estará solo si abre
su corazón a Dios, si deja que El le tome de la mano y lo guíe hacia los lugares
de esplendor y luz que existen dentro de nosotros. Si habitamos al abrigo del
Altísimo, como dice el Salmo 91.
Si se siente solo, o sola, si piensa que su pareja no lo ama, si
todavía está sufriendo la soledad que experimentó cuando era niño, el abandono
de sus padres, o de su esposo/esposa, vuelva sus ojos a Cristo, lea los
Evangelios, repita como loco los versículos que están ahí para darle fuerza a su
fe y salir adelante. Porque todo lo podemos en Dios, que nos fortalece.
Nota: Si necesitan ayuda con sus
problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor,
comuníquense conmigo a cualquier hora al (786)
975-5709 y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de
Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con
Dios todo es posible.
Les invito a que me visiten en
mi blog: http://www.belkiscentrodeesperanza.blogspot.com
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