lunes, 18 de abril de 2011

YO FUI LA MUJER DE LOT: ¿Y USTED?

Belkis Cuza Malé

Hace unos días presenté aquí en Miami (en la Alianza Francesa, tras haber sido invitada por Project Zu, que dirige Manny López)mi libro Los poemas de la mujer de Lot. Muchos de ustedes no saben que escribo poemas, además de estos artículos, y tampoco saben que pinto. Ni que hago algunas otras cosas, además de servir a Dios en primer lugar.
Muchas veces recibo llamadas, a veces a altas ho
ras de la noche, de lectores que quieren compartir conmigo su impresión tras la lectura de estos artículos que publico aquí, y que escribo especialmente para ustedes. Estas personas que me llaman son por lo regular gente sencilla, personas quizás no acostumbradas a leer libros, ni mucho menos poesía. Y no saben cuánto les agradezco sus opiniones.
En general, la poesía ha sufrido en los últimos cien años una caída en la preferencia de los lectores. Las razones habría que buscarlas en la poca propaganda de que disfruta. ¿Cómo podría competir la poesía, la
buena poesía, con esas letras de canciones que llenan los espacios televisivos y radiales e inundan el espíritu de los lectores? No digo que todas las letras de canciones sean malas, no. Pero muchas podrían ser calificadas de mala poesía y hasta denigrantes para el ser humano.

La poesía es una expresión del alma, un elaborado juego de resonancias, desde donde habla el espíritu del creador. Toda buena poesía refleja la verdadera esencia del artista. Toda buena poesía es original, es decir, se comporta como si estuviera diciendo cosas que nadie ha dicho antes, y de hecho lo hace. Los imitadores no pueden escribir buena poesía.
¿Para qué deberíamos leer poesía, si no la entendemos?
dicen algunos. Si no sabemos de qué se habla allí. Un verso, que es como se llama a cada línea del poema, tiene que vibrar en el lector del mismo modo que la cuerda de una guitarra. Y el poema, para que sea bueno, debería mover algo dentro de ustedes. Así de simple. La poesía es también una expresión de amor. Una expresión de Dios.
Los grandes poetas son los que escriben los
versos más sencillos, los que tocan al lector con esa varita mágica que es la palabra acarreando sentimientos, penas, alegrías, amores, frustraciones, recuerdos, memorias, y más. La poesía tiene que ser como la lluvia, como el viento, como ese sol que le da en plena clara, o esa luna que camina detrás de usted desde el firmamento, alumbrándolo.
No hay que ser culto ni intelectual para disfrutar de la poesía. Hay sólo que desear ser receptivo a ese conjunto hermoso de palabras con que nos convoca el autor.
Mi nuevo libro no es tan nuevo, pues fue escrito en la década de los años ochenta, recien llegada yo a este país. Recien venida de Cuba, mi país, donde la vida es sin duda una experiencia más difícil y dolorosa de lo que pueden imaginar los que nunca han estado sometidos a una férrea dictadura como la del comunismo.
Los poemas de la mujer de Lot
, como lo he titulado, reflejan la vida y el espíritu de esa mujer que soy yo, y que al igual que la famosa señora de Lot, el personaje bíblico, siente curiosidad por mirar hacia atrás. En mi caso, de mirar al pasado.
Nunca lo hagan, nunca miren al pasado más qu
e con una sonrisa en los labios, con la fe inmensa que nos da el amor de Dios; con la confianza y la seguridad de que estamos protegidos como dice el Salmo 91. El Señor Jesucristo, el Ungido, nos salvará siempre si oramos en su nombre. En el Nombre de Jesús. Y mi libro intenta a su vez ser testigo de esa época en que "la otra" yo, la extranjera en la tierra prometida, se iba convirtiendo mientras asimilaba mi nuevo país. Una experiencia que de seguro cada uno de ustedes experimentan al haber dejado sus países y comenzado una nueva vida aquí.
Este es un libro realizado por mí en todo sentido: lo he escrito, lo he ilustrado, lo he diseñado y lo promuevo directamente. Es como u
na pan amazado con mis propias manos. Un libro de lujo, además, a todo color, con papel de brillo y que contiene cuarenta y siete poemas míos y 26 flores pintadas por mí. Un libro hermoso que intenta también darle las gracias a Dios por permitirnos el uso de la más alta tecnología de impresión, y a mí, por el poder crearlo.
Me gustaría muchísimo que mis generosos lectores tuvieran también la oportunidad de llevarse a sus hogares un ejemplar de Los poemas de la mujer de Lot firmado por mí. Los que deseen adquirir un ejemplar sólo deberán enviar un cheque o money order por la cantidad de $21.00, a mi nombre (Belkis Cuza Malé), y con gusto se los enviaré con una bendición y mi firma, dedicado a cada uno de ustedes en particular.
Llámenme al (786) 975-5709 y les daré la dirección a dónde enviar el cheque o la cuenta del banco dónde también podrían depositar el pago del libro.

Recuerden que siempre estoy lista para ayudarlos y rezar por ustedes. Llámenme, queridos lectores.

Gracias por leerme, y qué Dios los siga bendiciendo.

Nota: Si desea conocer el mapa de su vida, los líneas y trazos que existen para usted y cómo encontrar y tomar el mejor camino para el éxito en todos los aspectos: salud, amor y properidad, le invito a que me llame y me consulte a cualquier hora al (786) 975-5709, o escríbame a BelkisBell@Aol.com. Le mostraré el camino de esperanza a través de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo. Dios es Amor y lo ama. Aprenda a reconocer ese amor en usted. Con Dios todo es posible, que nos fortalece.
Bendiciones para todos.

jueves, 14 de abril de 2011


La lengua sucia

Belkis Cuza Malé

Cuando yo era una ni
ña y me llevaban a la consulta del doctor lo primero que éste hacía era pedir que abriera la boca y mostrara la lengua. Parece que ahí estaban todos los secretos del cuerpo. Una lengua sucia era más que una lengua sucia, era un compendio de enfermedades, toxinas, parásitos y todo lo imaginable. Entonces venían los remedios y teníamos que desintoxicarnos o bien con leche de magnesia u otras medicinas populares en la época. Luego, con los años, leyendo a Deepak Chopra, médico y especialista en la Ayurveda, una rama de la medicina tradicional de la India, supe que era necesario limpiarse la lengua cada día con un aparatico especial que parece más bien un rastrillo, de esos que se usan en los jardines. De nuevo, oi las explicaciones de la importancia de limpiarnos la lengua, de mantenerla sana.
Pero de esa lengua chismosa, malhablada, pecaminosa, presta al improperio, a la negatividad, a nombrar las cosas por su lado pecaminoso; de esa lengua promiscua, barriotera, chusma, y más, lengua sin bozal, rabiosa, que insulta y ataca como látigo implacable, de esa lengua como instrumento del bien y el mal es de lo que quiero hablarles.
Parece que hubiese pueblos con lenguas más sucias que otros. Es decir, gente que blasfema, injuria, condena o maldice más que otros. Por ejemplo, nosotros los cubanos somos más acalorados que muchas otras nacionalidades. La sangre caribeña hierve fácil en nuestras venas y solemos insultar a diestra y siniestra. Es decir, usamos la lengua para hablar miles de cosas que nunca deberían haber salido de nuestras bocas, o mejor, que nunca debimos de pensar.
Decir malas palabras es una muestra del descalabro espiritual en que nos
encontramos. Extrañamente las malas palabras siempre están asociadas al sexo; se grita, se condena, se maldice usando alusiones sexuales. Tratamos de menoscabar a alguien con una palabrota siempre aludiendo a su capacidad sexual o a su propio sexo. No hablemos ya de los que insultan llamando al otro *mujercita* (por sólo usar aquí la expresión más decente). Para discriminar, para condenar, insultar o maldecir se usa la lengua. La lengua sucia. Mírese pues al espejo, saque la lengua y contemple cuánta suciedad.
Hay gente que vive prisionera de la lengua, que no da un paso si no lo acompaña de una palabrota, de una grosería; gente que piensa que la
lengua es un látigo para atacar y vencer al supuesto enemigo o contrario. Pero, amigos lectores, la energía, la mala energía que generan esas palabrotas terminan por crear una capa densa en la mente y en el propio organismo humano. Somos sin duda lo que pensamos y lo que hablamos. Y los demás así nos perciben, por el modo en que expresamos nuestras ideas y sentimientos. Esopo, el famoso escritor griego de la antiguedad, escribió una hermosa fábula sobre la lengua, señalando que la lengua era lo mejor y lo peor en el ser humano, dependiendo de cómo la usáramos.
Por su parte, el ministro Kenneth Copeland, uno de los más formidables maestros de las enseñanzas bíblicas, abre su pequeño libro El poder de la lengua, citando a Proverbios 18:21: *La muerte y la vida están en poder de la lengua y aquéllos que la consienten comerán del fruto de ella (para muerte o para vida)*. Y nos explica cómo *un fáctor clave en el desarrollo de la raza humana ha sido la habilidad única que tiene el hombre de escoger sus palabras y expresarlas*, no así los ángeles, dice, que sólo hablan palabras de Dios.
Les cito aquí del libro de Copeland porque me parece extraordinario
todo lo que dice y les puede ser útil saber que, ustedes *pueden controlar al diablo aprendiendo a dominar su propia lengua*. Pero también deben tener bien claro que eso sólo se consigue si tienen el poder el Espíritu Santo dentro de ustedes, como nos explica Copeland, aprendizaje que requiere meditación sobre la Palabra de Dios y el deseo de obedecerlo. *Se necesita poder espiritual, y poder espiritual es lo que cada creyente renacido tiene a su disposición --nos dice Copeland--, Jesús dijo que sus palabras son espíritu (Juan 6:63).
Usar la lengua para bendecir al otro, para expresarle nuestro amor, para repetir la palabra de Dios es un arma de incalculable poder. Frenar la lengua es, como nos explica Copeland, una tarea que no puede hacerla nadie por sí solo.
Por tanto, comience por buscar ese poder dentro de usted mismo, entréguese a la meditación de la Palabra del Señor, a la lectura de las promesas de
Dios, a la oración. Sé que nos es fácil, que me dirá que no va a estar todo el día leyendo la Biblia ni orando, que tiene que trabajar y atender a su familia. Bien, pero intente ponerse en contacto a diario con Jesús, con su voz interna. Siéntese por un momento en un lugar aislado, y háblele a Dios, pídale orientación, pídale que el Espíritu Santo more en su cuerpo. Haga de su cuerpo el Templo del Espíritu Santo. Y con ese poder dentro de usted, con mucha meditación y repetición de la Palabra de Dios, no habrá diablo que desate su lengua en contra de los otros, ni intente destruirlo.
!Oh, qué dulces son las Palabras de Jesús, sí, sus Palabras son espíritu!, queridos hermanos.
Muchas bendiciones.

NOTA:
Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos,
sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al (786) 975-5709 y oraré con ustedes. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.