¿PUEDE CURARNOS DIOS?

Aunque la medicina ha alcanzado un desarrollo extraordinario en los últimos cien años, y enfermedades, antaño terribles, han devenido controlables tras el descubrimiento de la penicilina y los antibióbitos, todavía nos encontramos ante la antesala de un misterio mayor: ¿lograremos algún día vencer el proceso de la muerte o combatir efizcamente las nuevas epidemias y enfermedades que aparecen de cuando en cuando en este planeta?
Nada sabemos, más que ese miedo que
suele recorrer la mente humana ante cada amenaza. Primero el SIDA, y luego la
gripe porcina. Y luego otras. Y latente, como uno de los miedos mayores, el
temido cáncer. Sin descontar las enfermedades del corazón, que son mayormente la
causa de muertes, debido al estilo de vida de muchos.
Pero, ¿cuántos de nosotros
creemos de verdad que la Palabra de Dios sana, que Jesús es más que una promesa
y que todos los días de nuestra vida estamos protegidos por su amor y su
calidez? La ciencia se ha impuesto y cada vez que se habla de sanación divina
hay que acotar que una visita al doctor no estaría de más. De modo que vemos el
temor a equivocarnos, a hablar por hablar, como si Dios fuese sólo un espejismo,
algo digno de probar, pero con cautela. Les traduzco aquí lo que Norman Vincen
Peale, hombre de fe y autor de famosos libros sobre el pensamiento positivo,
además de pastor, nos dice al respecto, tras participar junto a un doctor
cristiano en la sanación, a través de la oración, de una señora muy enferma:
*Por primera vez --nos cuenta--, comencé a ver que yo estaba cometiendo un grave
error al enseñar tan sólo una religión altamente ética. Yo había visto ahora
cómo trabajaba el poder más allá de la ética o la ciencia. Había mirado de forma
escéptica lo sobrenatural. Pensaba en la religión básicamente como un sistema de ética
y teología, preocupada sólo con el mejoramiento de la moral y de las condiciones
sociales, en especial ésto ultimo. Yo miraba a la medicina preocupada solamente
por la cura de la enfermedad a través del proceso materialista". Para luego
añadir: "Hoy sabemos que Dios tiene al menos dos formas para sanar a la gente: a
través de su sirviente, el médico y de su sirviente el practicante de la fe
espiritual".
Creo, sin embargo que el doctor, por muy
eminente que sea, no puede curar por sí solo el miedo, la tristeza profunda del
alma, los conflictos que surgen en la mente humana y que calan profundo en el
espíritu. No importa que existan los terapistas, los sicólogos, los siquiatras.
Y no digo que ellos no curen. Claro que curan con un sistema aparentemente
efectivo, basado en la mayoría de las veces en los fármacos. En la química. Esas
drogas con receta médica que llevan al paciente a un estado más o menos normal
de sanación, que la mayoría de las veces es sólo aparente, porque la procesión
va por dentro, en el espíritu.
Les diré mi experiencia: cuando yo
tenía veinte años, por un período de más de diez, vivía con la ansiedad a flor
de piel. No salía de mi casa sin llevar en mi bolso esas pastillas que me había
recetado el doctor para la ansiedad, para la depresión y el miedo. Yo vivía en
puro terror, a la muerte, a las enfermedades, a la vida misma, al que será de mi
vida. Yo no disfrutaba ni un minuto, pensando en que mañana estaría muerta, o
aquejada de una grave enfermedad. Pero de tanto temerle a todo, le temía --creo
que afortunadamente, también a esas pastillas, a sus efectos secundarios-- y
sólo tomaba la mínima dosis, tan pequeñita que estoy segura de no me servían de
nada. Pero yo vivía pegada al fetiche de las pastillas, con la confianza de que
si me daba un ataque de pánico ahí estaban ellas, como si fueran el mismo Dios,
para salvarme. Al menos, creía, me controlaban el miedo. ¿Y por qué ese miedo?
Cuando usted vive en la represión absoluta, cuando la moral al uso es un marco
opresor del que no nos podemos zafar, cuando hay que fingir todos los días, y
decir SÏ, venticuatro horas, como hacen los que vive en un país bajo el
comunismo, nuestra mente se enferma, si no somos lo suficientemente fuertes. Se
enferma doble: por una parte, se resiste a ser gobernada, manipulada, y por la
otra tiene que ceder y aprender a callar, y tiene que obedecer reglas injustas,
estúpidas, que no son más que la pérdida absoluta de su
individualidad.
Y como vivía en el miedo, como
crecí también bajo la vigilancia de un padre autoritario, que ponía por encima
de todo la moral, sus cánones ultraconservadores, yo no salía de un estado de
terror interno. No bastaba que me hubiese criado en la fe, que aprendiese a
rezar y a hacer promesas. Yo tenía pánico, vivía con pánico, esperando siempre
lo peor, aunque me agarraba al pensamiento de un Dios al que también me habían
enseñado a temer.
Hasta que descubrí que Dios
es amor, que Dios vive en nosotros y es esa fuerza superior que nos enseña a no
temer, a entregarnos a sus promesas. Sí, Dios curó mi hipocondria, mi temor a la
vida, mis incertidumbres, mi miedo. Y puede curar el suyo si deja que El lo
guíe, si aprende a entender el mecanismo de sanación que hay en su Palabra. Si
repite una y mil veces los versos que están en la Biblia que hablan de sus
promesas de sanación. No dejo de recordar todos los días aquellos de Proverbio
4: 24-27, que dicen: "Acerca tu oído a mi boca, hijo mío, porque mi palabra es
medicina y vida para ti*. O lo que leemos en Primera de Pedro 2:24, hablando de
Cristo: (...) llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el matadero,
para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia, y por
cuya herida fuísteis sanados". Sí, especialmente esto, porque fuimos sanados
(ya en pasado, miren) por su herida, ésa que sufrió en la cruz. De modo que
repitiendo esto (por sus heridas fuimos
sanados) obtenemos la curación tan ansiada, sin saber que ya
estamos sanos.
Porque la fe, sólo la fe en Cristo, puede liberarnos del miedo y
de la enfermedad.
Nota:
Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de
amor, solos,
sin trabajo y
esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al (786)
975-5709 y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de
Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con
Dios todo es posible.
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