jueves, 14 de octubre de 2010

Yo vi a Dios a 700 metros bajo la tierra



Belkis Cuza Malé

El accidente en la mina San José en Chile ha sido algo más que un terrible accidente con final feliz. Acostumbrada como estoy a ver las cosas a través de los ojos del alma, supe desde el principio que esos 33 hombres atrapados a 700 metros bajo tierra, o su equivalente de 2,300 pies, iban a tener un significado especial en la vida de muchos, y quizás del mundo.
Y así ha sido. Desde que se conoció que estaban vivos y enterrados en las profundidades, la mente y el corazón de miles, de seguro millones, se activaron. Comenzaron las oraciones, y el análisis ciéntifico para tratar de llegar hasta el sitio donde se encontraban y rescatarlos. Y como en una maquinaria llena de engranajes, las ideas se sucedieron unas a otras y se convirtieron en hechos. Primero las grandes excavadoras, luego llegó la ayuda de muchas partes del mundo, incluida la NASA. Y las mentes de los inventores se hicieron receptivas a los mensajes de Dios, que como preciosa lluvia iban cayendo del cielo.
Aunque en apariencia continuamos viviendo normalmente, y el mundo no se paró un instante, en el fondo de nuestros corazones seguíamos atentos a las señales de vida de esos 33 hombres, a esa voz que anunció desde el fondo de la tierra, que estaban vivos y bien. La voz de Luis Urzú.
Chile, de seguro, puede parecer un país remoto, estando nosotros a este lado del Caribe, pero de súbido, dejó de serlo la noche del doce de octubre cuando nos dispusimos a contemplar una de las más grandes hazañas de este siglo: el rescate de esos 33 mineros. Y qué casualidad que fuera ese el día del descubrimiento de América por Cristobal Colón. Si el Almirante se encontró entonces con un mundo completamente desconocido, el haber podido llegar ahora a esas profundidades a través de un pequeño agujero hecho sobre roca extremadamente dura, ha sido también un acontecimiento de magnitud igualmente majestuosa.
Los medios de prensa anunciaron que esa noche más de mil millones de personas presenciaron en vivo el rescate de los mineros. Gente de todas partes del mundo detuvo lo que estaba haciendo para contemplar la magia de la tecnología en acción. Magia en todos los sentidos: desde el hecho mismo de poder ver en vivo lo que estaba sucediendo allá en Chile, hasta la invención de esa rueda moviendo la cápsula que extraería del fondo de la tierra su preciosa carga humana.
Es lo que se dice un milagro, un doble milagro. Primero que estuvieran vivos y luego que hayan podido sobrevivir en buenas condiciones físicas y mentales y ser rescatados.
La gran rueda suspendida allá en lo alto realizaba un trabajo de rescate que me recordaba la obra de ingeniería de un Miguel Angel, o la imaginación de un Julio Vernes, quien --?pura casualidad?-- escribió en 1864 Viaje al centro de la tierra.
Luego de horas frente al televisor y a ratos frente al monitor de esta computadora, conectada con la trasmisión directa a Chile, iba a presenciar la salida del último de los hombres, Luis Urzú, jefe de turno de la mina. No quería perderme los detalles de este último rescate, especialmente los momentos en que transmitían desde el fondo mismo de la mina que le había servido de refugio a aquellos 33 hombres. En esto me encontraba, cuando vi una enorme cruz al fondo, mientras preparaban a Luis Urzú para ser alzado dentro de aquella cápsula. Cinco hombres, de los socorristas que habían estando dirigiendo la operación en el exterior, habían bajado a la mina para prestar ayuda y dar instrucciones.
Fue entonces, repito, que vi la gran cruz, gigantesca, que abarcaba toda la parte izquierda de la mina, y en uno de sus costados se encontraba el hoyo que habían hecho las excavadoras y por donde circularía la cápsula que transportaría a los mineros hacia la libertad. Era tan clara para mí que no tuve dudas: aquélla era la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Estaba ahí, incrustada en la piedra, formando parte de esa cueva que fue refugio durante 69 días para aquellos hombres. Y que sin duda les protegió y salvó la vida.
Durante minutos estuve indecisa si debería tomar una foto de aquello que estaban viendo mis asombrados ojos. A última hora dudé si mi cámara, que a veces no trabajaba bien, sería capaz de retratar esa cruz. Pero decidí probar. Y para mi asombro, no sólo tomé bien la foto sino que la reproduje con calidad aquí en la computadora y es la que ahora les muestro y quiero que vean.
Aunque como les digo, en principio sólo aparecía una gran cruz abarcando buena parte de la escena, y al costado superior derecho la foto de Urzú que el canal de televisión 24 de Chile había colocado, cuando abrí la foto en la computadora me encontré con una imagen de lo que pudiera considerarse un enorme ángel, quizás uno de los arcángeles, con los brazos extendidos y una intensa luz en la mano derecha. Podrán ver claramente su rostro, y hasta sus cabellos. La expresión del rostro es sin duda la de un ángel, un ser que Dios envía en nuestra ayuda.
La ciencia por sí sola no hubiera podido lograr el rescate de los mineros si la mano de Dios no hubiera movido aquella rueda, si los hombres no hubieran estado protegidos allá abajo. Todos y cada uno de ellos se encontraban en perfecto estado físico, con una energía que podría calificarse de única, no habían adelgazado, y aparecían como salidos de tomar un baño. ¿Se imaginan? Sólo Dios pudo hacer posible este milagro.
Uno de los mineros dijo, según CNN, que durante el accidente había visto a Dios, y también al Diablo. No me extraña. Sé que el accidente lo provocaron las fuerzas del mal, pero sin duda Dios envió a un ángel a protegerlos y ayudar al rescate. Muchos de los mineros salieron al exterior con una camiseta que decía *Gracias, Jesús*. Sí, gracias Jesús, por tu presencia entre ellos. La prueba es ésta foto tomada por mí, en vivo, y que ahora pongo a disposición de todos los lectores, para que comprueben como yo que Dios está siempre presente en cada momento de nuestras vidas.
Y si milagroso fue este rescate, también lo ha sido el que millones de personas rezaran y contemplasen en vivo la obra de Dios. Gracias, Señor, por tu misericordia y tu protección.

Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al (786) 975-5709 y oraré con ustedes. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.


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