sábado, 30 de octubre de 2010

¿Cómo escribirle a Dios?
Belkis Cuza Malé
Hace unos cuantos años, llevada por mi deseo de ser escuchada por Dios, le escribía cartas a diario. Sencillos mensajes con peticiones no menos sencillas. Y se las enviaba por correo electrónico. ¿A qué dirección? Pues yo suponía que el domain de Dios en internet debería ser Heaven.org, así que ahí le enviaba mis cartas. Día tras día, y lo más extraño era que nunca me las devolvían. Algún ángel de seguro las leía, pensaba yo, y las archivaba luego de dárselas a leer a Nuestro Padre Celestial.
!Cuánta inocencia!, podrían decir los más escépticos, los agnósticos o los simplemente no creyentes. Para ellos, mis mensajes deberían mover a risa. Porque este grupo de personas sólo concibe el cielo como la atmósfera que rodea al planeta Tierra y refleja un azul variable, dependiendo de las condiciones climáticas, con nubes, también sujetas a las leyes de la naturaleza. Ese es el cielo de los que sólo creen en lo que ven con sus ojos materiales. !Qué pobres criaturas!
Por tanto, para ellos, el reino de Dios no podía estar allá arriba, ni mucho menos tener carteros y correo electrónico. Porque, para los incrédulos, sencillamente Dios es una entidad folklórica inventada por nuestros recónditos deseos de sentirnos protegidos. Ese es el razonamiento burdo de los que piensan que nacieron del aire, de los que creen que fueron creados por azar, de la Nada. Como si la Nada se comportase con razonamientos y voluntades propias. ¿Y quién creó a la Nada? Interminable discusión, que no nos llevaría más que a la discordia con todos aquellos que no piensan como nosotros. Una gratuidad de la que no nos podemos dar el lujo. Hay que dejar que cada uno piense con su cabeza. Ni Dios va a intentar convencerlos de lo contrario, ni mucho menos pretendo yo eso. Somos libres (el libre albedrío) y dueños de nuestros actos, y los que no viven por fe sabrán luego a dónde irán a parar con sus razonamientos.
Pero como se equivocan de medio a medio, me permito repetir una y mil veces que Dios es Amor y en su reino no han de faltar ni los carteros, ni los correos electrónicos, ni los archivos celestiales. Como es arriba es abajo, y viceversa, dice, por ejemplo, El Kybalion, donde se expone el pensamiento del filósofo de la antiguedad Hermes Trismegistus, quien sostenía que todo estaba en la mente. Bueno, un interesante filósofo que ha influido hasta hoy con su pensamiento.
Porque está claro que Dios creó su reino tanto en el cielo como en la tierra. No hay que esperar a morirse para disfrutar de él. Pero el reino terrenal de Dios, espiritual y tangible como el que más, reside en nuestro interior. Lo llevamos dentro, en el espíritu. En cambio, el mundo, con sus necedades y violencias, es lo que vemos a diario, lo que ayudamos a crear cuando pecamos y desobedecemos las leyes espirituales de Dios. Cuando transgredimos sus Mandamientos, cuando el Amor se convierte en Odio, en Envidia, en Rencor, en Violencia, en Monstruosidades, así con mayúsculas. El mundo que vemos con nuestros ojos, el mundo externo, es un sitio con desbalances, llenos de luces artificiales, de ciudades atiborradas de edificios esplendorosos, de grandes aeropuertos, y sitios para complacer los cinco sentidos. Ese es el panorama del mundo material, del que es dueño y señor Satanás. Sí, Satanás. Y no les digo esto para meterles miedo, sino para que sepan diferenciar. Jesús lo dijo, que él no era el dueño del mundo. Y ya saben a qué se estaba refiriendo. Porque el reino de Jesús es espiritual, aunque también abundante en riquezas materiales para aquéllos que lo buscan primero a El. Por eso dijo: Mi reino no es de este mundo. Y claro que no lo es.
En Mateo 6:19 leemos lo que dice: *No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan: sino haceos tesoros en el cielo, donde la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan./ Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón*.
Y ese cielo del que habla Jesús es un cielo también terrenal, dentro de nosotros, mientras estemos en este plano. Y es a su vez el cielo de Dios, allá en lo alto, a donde iremos si hemos cumplido con sus Mandamientos.
Cuando yo era niña e iba de vacaciones a casa de mi abuela, allá en Ermita --el hoy desaparecido central azucarero, en las inmediaciones de Guantánamo--, y comenzaba a tronar y yo me asustaba, le oía decir a ella: *No temas, Papa Dios está corriendo los muebles allá arriba porque está limpiando*. Y yo me quedaba tranquilita, a su lado, segura de que nada pasaría, porque Dios era un ser bueno que también se ocupaba de mantener limpio el cielo, como mi abuela solía hacer allí en su casa de Ermita.
Este simple razonamiento puede ser aplicado también a los mensajes, a las cartas, que le enviaba, y le envío a Dios al Cielo, usando el internet. El Maligno nada puede contra esto, porque la comunicación con el Cielo la tenemos garantizada a través de ese cordón espiritual que es la Palabra de Dios, como dice en Proverbios 4:22, al señalar que su palabra es medicina y vida para nosotros.
Así, mis queridos lectores: intenten escribirle a Dios, intenten poner en el papel o en un correo electrónico todo aquello que quieran decirle, que quieran solicitarle. El, que es Amor y Luz y Paz y Espiritualidad y vive en nosotros, no tardará en responderles si le han escrito con FE.

Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos,
sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al (786) 975-5709 y oraré con ustedes. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.

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