viernes, 4 de diciembre de 2009

Globalización y espiritualidad

Belkis Cuza Malé



Con la globalización la vida ha cambiado. Quizás usted no lo perciba claramente, pero ya no somos los mismos. Ahora vivimos conectados al mundo. El mundo no es ya *ancho y ajeno*, como tituló Ciro Alegría, el novelista peruano, a su obra más conocida. Podrá seguir siendo ajeno en muchos aspectos humanos, pero el mundo ha cambiado con nosotros, o lo estamos haciendo cambiar. A pesar de todos los pesares, de las luchas intestinas de algunas facciones terroristas, del racismo de unos contra otros, del extrañamiento ante las culturas no familiares a la nuestra, hemos visto que ya todo es distinto a partir del nuevo milenio. Con el 2000, tan esperado y temido, llegaron nuevos vientos, sino de civilización, al menos de acercamiento y profundidad sobre ese vecino, próximo o lejano, que ahora existe como parte también de nuestra vida cotidiana. Se han abierto nuestros ojos ojos al mundo, como ventanas.
Ahora, por ejemplo, las piramides egipcias o los Andes se han acercado. La flor de lis y el marpacífico se dan en el mismo patio. El olor de la guayaba y el de las manzanas inundan nuestro hogar, mientras el limonero y la pera crecen en el jardín. Hay ceibas y baobab en nuestros barrios, y el sirope del arce y la canela son parte ya de nuestros hábitos alimenticios.
Pero el mayor progreso que ha traído esta mezcolanza cultural es en el campo espiritual. Cuando el maestro Paramahansa Yogananda llegó en los años 30 a Estados Unidos, con su piel cobriza y su turbante, hablando de Self-realization, y de prácticas de meditación para alcanzar el nirvana, la mayoría de sus admiradores fueron en principio intelectualels y gente de Hollywood, de ahí que buscando sitio propio donde asentarse y expandir su doctrina, fue a parar a San Rafael, en California, desde donde ejerció como gurú hasta su muerte. Otros como él, pero quizás no de su excelencia, se asentaron también en este país, pero los seguidores parecían ser siempre los mismos. Todo esto cambió con un médico indú llegado en un momento único, el de la Guerra de Viet Nam, cuando Estados Unidos necesitó de inmigrantres profesionales en el campo de la medicina, según parece. De este modo, ganamos para bien a Deepak Chopra, uno de los exponentes más claros e inteligentes de las teorías orientales de la espiritualidad, quien a su vez captó el interés de sus lectores al proponer prácticas ayurvédicas (la antigua ciencia indú) de conservación de la salud y la juventud. Desde entonces, se popularizaron sus métodos de acercamiento a una vida más espiritual.
Así, hemos ganado en conocimientos, y en prácticas nuevas que han generado verdaderos entusiastas del yoga, y de una forma más sana de alimentarnos. Pero, cabe preguntarnos: ¿somos más espirituales, o por el contrario, nos hemos convertido en snobs de nuevo cuño? ¿Y qué significaría ser más espiritual? ¿ Lo seríamos por el sólo hecho de prácticar el budismo, o hacer meditación, o seguir las enseñanzas de la fe en los grandes maestros espirituales? Claro que no, porque la espiritualidad tiene que ver más con una totalidad como ser humano, que con una práctica determinada o religión. Lo espiritual no es lo contrario a lo religioso, aunque algunos pretendan establecer un abismo entre ambos. Un sacerdote católico puede ser tan espiritual como un monje budista. La adoración de la virgen María o de los santos no nos alejan de la espiritualidad como tal. O el estudio de la Cábala. O el ser un pastor protestante.
Y aquí vale eso de que el hábito no hace al monje. Hemos visto todo tipo de desmanes entre gente religiosa y también engaños y falsas posturas entre los llamados gurús. Pero esos son ejemplos individuales. La espiritualidad es un compendio de *virtudes* o actitudes ante la vida y la muerte, ante nosotros mismos y el prójimo, ante Dios y el Diablo, o ante el Cielo y el Infierno. Tan espirituales pueden ser los ricos como los pobres, los de Tailandia como los de Paragüay. Los chinos o los venezolanos. Todo dependerá de la relación personal que tengamos con Dios, de nuestro acercamiento a lo intangible, a lo que no se ve. Todo dependerá de la fe conque nos acerquemos a la verdad profunda del ser humano, a lo divino, a lo insondable, a los misterios de Dios. El espíritu vive en el amor, en la bondad y la nobleza, en la sinceridad, en la tolerancia, en el perdón, en lo auténtico, en lo sencillo, en el modo en que seamos una bendición para los demás. Cuando Dios vive en nosotros somos espirituales. Y éso no está reñido con ser también seres de carne y hueso, seres viviendo una etapa intensa en este plano terrenal.
Si algo nos ilumina es la fe, la fe en Dios, en su amor y en su capacidad de darnos la mano para caminar por la senda estrecha de cualquier paraje, ya sea en China, Cataluña o Marruecos. Dios es UNO, para cristianos, indués, judíos, árabes, u ovejas descarriadas. Encontrar a Dios, es parte del camino espiritual. Encontrar a Jesús es un regalo al alcance de todos, incluso por supuesto, para los que ni siquieran lo consideran el Hijo de Dios. Pero todos los caminos conducen a El, por fortuna. Todos los caminos espirituales.


Nota: Si tiene problemas de salud, amor y prosperidad, si su vida es un desierto, si se siente sin fuerzas para llevar adelante la misión para la que ha venido a este mundo, y cree que lo acorralan la envidia, el infortunio, los pesares, lo invito a que me llame al (786) 875-5709, para una consulta por teléfono. Si está sin trabajo y necesita que le ayude, pues lo mismo, comuníquese conmigo y pronto se le abrirá esa puerta que hoy ve cerrada. Consulto SOLO POR TELEFONO, Y GRATIS PARA LOS QUE NO TENGAN TRABAJO. Llámeme o escríbame a BelkisBell@Aol.com. Lo espero. Con Dios todo es posible. Muchas bendiciones.

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