viernes, 14 de octubre de 2011

Perdonar setenta veces siete

Belkis Cuza Malé

En los últimos meses me ha tocado perdonar a alguna gente, gente sin moral y llenas de odio y resentimiento. Gente a la que nada había hecho, mas que tenderles una mano en el momento en que lo necesitaron. Pero el Señor nos ha enseñado a hacerlo, se lo dijo al Apostal Pedro y está escrito en los Evangelios. Tenemos que perdonar
setenta veces siete, dijo. Y aunque no querramos ni sintamos deseos de alargar la mano a esa persona enemiga, o traidora, debemos intentarlo. Odiar es de humanos, pero perdonar es de cristianos. Ese fue uno de los grandes aportes del cristianismo a la humanidad. Hasta entonces lo que prevalecía era la famosa Ley del Talión: Ojo por ojo y diente por diente. Ley
que mucha gente sigue practicando con furia en nuestra sociedad civilizada y moderna..
Otros, los más tontos, suelen decir que ellos perdonan pero no olvidan. Tremendo enredo no puede significar más que una cosa: que no hemos perdonado pues seguimos recordando. Ambas acciones son incompatibles. O se perdona y se olvida o se vive odiando.
Perdonar no es fácil ni agradable. Cuando alguien nos hace algo, cuando nos traicionan o nos ofenden lo primero que salta a nuestra mente es una ráfaga de odio, de furia contra la persona causante de nuestros males. Odiar nos da una cierta complacencia, lo reconozco, un cierto desquite, y nos permite desahogarnos, claro, al sabernos capaces de devolver golpe por golpe. La dulce venganza.
Pero ese sentimiento es insano, lleno de malas vibraciones
, de energías negativas causantes de nuestro propio descalabro.
El odio sale a través del cuerpo físico transformado en una enfermedad cualquiera, grande o pequeña. El odio se apodera de nosotros y licúa la sangre, altera los leucocitos, navega por nuestras venas y se instala en cualquier sitio: el hígado, la vesícula, un riñón, etc.
Los médicos chinos saben detectar las enfermedades sólo con ver entrar a un paciente por la puerta de su consultorio. No son adivinos, son científicos que han estudiado, como parte de su asignaturas, el daño que ocasionan al cuerpo todas las emociones negativas que albergásemos en nuestro corazón. Odiar repercutirá en su presión sanguínea, y hasta en la caída del cabello. Se cuenta que la reina María Antonieta, mientras esperaba en una celda en París la ejecución de su sentencia a muerte en la guillotina, encaneció completamente de la noche a la mañana.
En ese setenta veces siete en respuesta a la pregunta del Apostol Pedro
a Jesucristo, está la clave de todo. Está la fórmula para recibir la bendición de Dios. Los odiadores, los resentidos podrían beneficiarse tan sólo con decir: ´sí,. perdono". Hay gente que se niega y dice que no puede perdonar. Son los más, por desgracia.
Perdonar pues es la mejor forma de salir triunfante. De librar al corazón de penas y agobios. Traiciones, mentiras, engaños, se disuelven con la fuerza poderosa del perdón. Esto no quiere decir que la persona que nos ha engañado., o traicionado nuestra amistad, confianza o nuestra amor, no resulte afectada por sus propios actos. Ya sabemo
s que toda acción tiene una reacción, y es como una pelota lanzada contra una pared. Dios creó las leyes espirituales, no el castigo, para los que transgreden sus mandamientos.
Por eso hay que descartar del corazón, de la mente, la idea de la venganza. "No te vengues, dice Dios, déjamelo a mí". Es decir, a sus leyes espirituales.
Por eso, queridos amigos, les invito a orar por aquellos que nos han hecho daño, que han trasgredido las enseñanzas del amor
y no conocen más que el odio.
Empecemos por perdonarnos a nosotros mismos por sentir odio hacia aquellos que nos han herido. Y perdonemos a nuestros enemigos setenta veces siete, como dijese Jesucristo. En el perdón está la alegría del bueno, del que no ha perdido ni la fe ni la esperanza en la salvación del malvado. El amor es una fuerza poderosa, la mayor de todas, que lava las penas y las traiciones. El amor sana. Agarrémosnos al amor y saldremos ilesos. Perdonemos para ser perdonados por Dios. Gracias y bendiciones.

Nota: Si necesitan ayuda con sus problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor, comuníquense conmigo a cualquier hora al (786) 975-5709 y oraré con ustedes. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con Dios todo es posible.

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