lunes, 9 de mayo de 2011

El arte de controlar nuestras vidas, pero no las ajenas

Belkis Cuza Malé

Veinte años años atrás yo no me sentía en control de mi propia vida. Les diré po
r qué: escribía. píntaba, creaba, editaba una revista literaria, atendía a mi familia, a mis animales, pero por ejemplo, cuando llegaba el invierno y su blancura cubría los sembrados y los jardines, y el techo de mi casa se llenaba de nieve, la soledad, el silencio, la tensión, el dolor de la nada, la sinrazón, y o el estupor se apoderaban de mí. Ya no era yo, era otra, quién sabe quién.
Existen clínicas para curar el daño que produce la falta de luz, de sol, durante los largos meses de invierno. Pero la sensación de opresión que lleva uno dentro no tiene nada que ver con esto, sino con algo extraño que anida en nosotros. Se trata sencillamente de un descontrol mayor que muy poco o nada está relacionado con lo externo, con la química del cerebro, y sí con nuestra conciencia espiritual. Y no todo el mundo se da cuenta de eso.
¿Han observado ustedes a esa gente que van por la vida sin saber quiénes son realmente? Tienen los ojos nublados, idos, como si no mirasen más que a la lejanía. Nunca fijan los ojos en los demás, sino en las musarañas de un lugar lejano habitado por sombras. Cuando quieren comer comen sin prestar atención a la comida, comen moviendo los labios y tragando aire, pero no se alimentan. Cuando están cansados caen rendidos de sueño, pero no sueñan más que con nubes. Cuando despiertan lo hacen a un mundo realmente anodino. ¿Qué les pasa? les sucede lo que a los fantasmas: deambulan por el aire sin encontrar un lugar dónde asirse. Tétricos y desdichados, estas personas se inventan un mundo único, lleno de soledad y miseria personal. Es la desdicha misma la que toca a sus puertas.
A mis amigos les comento: "Si quieren la felicidad, salgan a buscarla, fabríquenla con sus propias manos, no la esperen sentados a la puerta. No inventen pretextos, no se conformen con lo mínimo. La felicidad se fabrica como una casita de madera o igual que se siempbra un árbol".
Los que vivan cerca de un río sabrán de qué estoy hablando. De lo mucho que se aprende cuando se mira la corriente de un río. Fíjense cómo ésta se lleva, arrastra, todo lo malo, todo lo inservible, lo que no va a nutrirlo. El río sabe lo que más conviene a su "felicidad". Así deberíamos ser nosotros.
La gente viene y me dice: "Por favor, quiero recuperar el amor de ese hombre. Y yo les digo: ¿Cuál hombre? ¿Ese que les grita, les pega y abusa de ustedes? "No importa --me dice-- no puedo quitármelo de la cabeza". No es amor, ya ven, si no algo muy dif[icil de explicar. Se trata de una parte muy retorcida de nosotros mismos que no sabe cómo enfrentar la pena más que así, haciéndose daño.
¿Quién píensa que va a transformar a un hombre de esa naturaleza, o a una mujer sin virtudes? Nadie, sólo ellos, sólo si el deseo de cambiar es auténtico. Así sucede con los adictos a las drogas, al cigarro o al alcohol. Si no hay voluntad de cambio, no habrá éxito. El único posible es el que venga directamente de lo más íntimo del ser, del espíritu. Lo demás es jugar a cambiar.
Dice un dicho milenario que nadie experimenta por cabeza ajena, y es cierto. Hablando de fracasos y éxitos sólo cuentan cuando es el resultado de algo que nos ha pasado. Lo demás es ficción, o pura telenovela. Amar o cambiar al ser amado no son la misma cosa. No amamos sus defectos, sino sus virtudes, pero si lo que queremos es hacer cambiar a alguien al extremo de que desaparezca de delante de nosotros aquéllo que no nos gusta, estaremos cometiendo un pecado menor, el de la ingenuidad. Nadie cambia a nadie, a menos que ocurra el milagro del mejoramiento personal, de la necesidad de cambiar y glorificar a Dios.
A menos que nos pongamos en sus manos.

Nota: Si desea conocer el mapa de su vida, los líneas y trazos que existen para usted y cómo encontrar y tomar el mejor camino para el éxito en todos los aspectos: salud, amor y properidad, le invito a que me llame y me consulte a cualquier hora al (786) 975-5709, o escríbame a BelkisBell@Aol.com. Le mostraré el camino de esperanza a través de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo. Dios es Amor y lo ama. Aprenda a reconocer ese amor en usted. Con Dios todo es posible, que nos fortalece.

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