He regresado a Fort Worth
Belkis Cuza Malé
Más que un artículo pretendo escribir una nota para informarles que
estoy de regreso en
Fort Worth. Bueno, en realidad nunca he estado ausente de la ciudad que amo y donde tengo tantos y tan buenos amigos y hermanos y hermanas de varias nacionalidades.
Fort Worth. Bueno, en realidad nunca he estado ausente de la ciudad que amo y donde tengo tantos y tan buenos amigos y hermanos y hermanas de varias nacionalidades.
A Fort Worth me mudé el día de Halloween de 1995. Fue un viaje por
carretera, en nuestro automóvil que manejaba mi hijo, entonces sólo de 22 años.
Habíamos enviado antes la mudanza, con los muebles y las pertenencias más
necesarias, aunque en Miami se quedaban más de cuarenta cajas con mis libros, a
la espera de que pudiera mandarlos a traer.
Con nosotros venían la gata Musiquita, Tintín, su hija. y otros dos
gatos. Y compartiendo el asiento de atrás junto con las jaulas de los gatos,
estaba Lucky Lady, a la que siete años atrás habíamos rescatado de la perrera de
Newark, en New Jersey. Al llegar a la Luisiana, en uno de esos remotos pueblos
fantasmales, logramos pasar la noche en un motel regenteado por una señora que a
esas horas de la noche se había levantado de su cama para alquilarnos una
habitación. A la entrada del motel un cartel anunciaba claramente que no se
permitían animales en los cuartos. Eso por supuesto, no fue un impedimento para
que agotados tras el largo viaje, nos las arregláramos para bajar las jaulitas y
una vez en la habitación darles de comer a los pobres animales. No había otra
opción y dejarlos en el auto, sin comer, hubiera sido un crimen .
Al amanecer, y sin dejar huellas de la presencia de nuestros gatos y
perra, continuamos viaje hacia Fort Worth.
A partir de entonces nuestras vidas se imbricaron en la de la ciudad. y
aprendimos a quererla y respetarla, y pronto nos hicimos de amistades que hasta
el día de hoy siguen siéndolo. No tardaron en aparecer los necesitados, los que
venían a casa en busca de ayuda, de consejos, esperanzados en que el Espíritu de
Dios les traería paz y soluciones a sus angustias y problemas espirituales
y materiales. Confiaban en las palabras proféticas que tuviera para ellos y
pronto los vi aparecer con sus niños, con sus esposos o esposas y algunos, con
nietos. Generación tras generación, los asumí como el que recibe a esa parte de
la familia que en inglés se llama extended family. De modo que ellos y
sus hijos se convirtieron en asiduos visitantes de mi casita. Y también
vinieron muchos otros cuando La Casa Azul, que abrí al año siguiente,
los invitaba a participar en sus fiestas de Navidad y entrega de juguetes,
fiestas que me ayudaban a preparar varios amigos, y entre los que la dulce Elena
Bermea fue parte importante de estos trajines, nada fáciles, de reunir juguetes
y buffet de fiesta.
Ahora, luego de una temporada visitando a mi hijo --que al cabo de los
años decidió regresar a Miami, donde tiene su negocio-- he vuelto a Fort Worth,
ciudad de la que nunca he estado ausente, pues soy parte de ella, y me acompaña
a donde quiera que voy.
Esta vez, el viaje fue una aventura distinta. Les diré por qué: hice el
viaje de Miami a Fort Worth en un camión de 18 ruedas. Una experiencia única,
pues tengo que confesarles que al principio pensé que cuando menos me daría un
ataque de ansiedad viajando en uno de esos "monstruos", como le llamaba
antes, cada vez que alguno pasaba junto a mí en la carretera.
Hoy, queridos lectores, quiero recomendarles que no se pierdan la
oportunidad de viajar en un 18 ruedas. El viaje es cómodo e inolvidable. Uno
se cree el rey del mundo desde esa altura, con la seguridad que nos da el
sabernos poderosos, en medio de la carretera llena de pequeños vehículos. Les
juro que les encantaría el viaje, y toda esa aventura de bajarse en los
truck stops, que parecen repetirse hasta el infinito a todo lo largo
del viaje, con los mismos limpios y olorosos baños y los mismos
restaurantes.
No puedo dejar de señalar que parte del encanto del viaje se lo debo a
Gonzalo Cruz., un cubano, maestro espiritual de Reiki, que maneja como lo
haría un ángel, seguro y confiado en Dios. Nunca he visto un chofer
como éste, sencillo y cordial, con extraordinarias habilidades para conducir un
camión como aquél.
Eran las cuatro y media de la madrugada del domingo 7 de julio cuando
el 18 ruedas, haciendo un gran estruendo, y sorteando los frondosos árboles
de mi cuadra, se detuvo frente a mi casita. Yo no lo podía creer. Estaba de
nuevo en mi amada Fort Worth.
Aquí estoy pues, al servicio de Dios, de la mano de Jesús, que me ha
traido a la ciudad de la Trinidad. Estoy ansiosa por verlos a todos, por
saludarlos y entragarles mi mensaje especial para cada uno de ustedes. No dejen
de hacer cuanto antes una cita conmigo, los espero. Llamen al teléfono de
siempre: (786) 975-5709.
En el Nombre de Jesús les envío mis bendiciones.
Nota: Si necesitan ayuda con sus
problemas, si están deprimidos, faltos de amor, solos, sin trabajo y esperanza, por favor,
comuníquense conmigo a cualquier hora al (786)
975-5709 y oraré con ustedes. Y les daré Palabra de
Profecía. O enviénme un mensaje a BelkisBell@Aol.com. Con
Dios todo es posible.
Les invito a que me visiten en
mi blog: http://www.belkiscentrodeesperanza.blogspot.com
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